Expresó el administrador apostólico de Rafaela, Luis Fernández, quien presidió la misa de las 8:30 hs en la Catedral "San Rafael". "No dejemos en estos tiempos difíciles de alabar, bendecir y glorificar a Dios por el regalo único e inmenso de la Inmaculada", agregó. Esta noche a las 20:00 hs es la misa de despedida de quien fuera el obispo diocesano, también en la Catedral.
En el marco del Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que se celebra el 8 de diciembre (dogma proclamado por el Papa Pio IX en 1854), el administrador apostólico de Rafaela Luis Fernández presidió la misa de las 8:30 hs en la Catedral "San Rafael". A continuación compartimos la homilía pronunciada:
El 8 de diciembre, día feriado en nuestra patria argentina, lo vivimos en la Iglesia como un día muy especial, no solo porque en el tiempo litúrgico del Adviento que prepara la Navidad es solemnidad, sino también porque es una de la fiestas más populares de la Madre de Dios, por eso se reúnen en las iglesias todos los niños que han hecho durante el año su catequesis y han recibido su primera comunión, así como los scouts, reciben para llevar a la gente "la luz de Belén" que comenzará a iluminar nuestros hogares con sus pesebres, porque se acerca la Navidad, y muchas instituciones y grupos parroquiales se encuentran para finalizar el año y dar gracias a Dios por los bienes recibidos en este 2022 que llega a su fin.
¿Por qué es algo tan esperado y popular el día de la Inmaculada Concepción de María?
Sabemos, y lo experimentamos, que la Virgen es algo muy querido y sentido en nuestros pueblos. Aprendimos a vivir desde pequeños en nuestras familias el respeto el amor y la fiesta por la Virgen, donde tantas parroquias y capillas llevan su nombre, y por eso no hay lugar en nuestra nación donde no se la venere con alegría y devoción en las ermitas levantadas a lo largo de las rutas o autopistas, en la entrada y plazas de las ciudades; quién no tiene en su casa un altarcito y allí junto a los santitos, siempre está María en las distintas advocaciones que nos recuerdan el amor y cercanía de la Madre de Dios, siempre caminando junto al pueblo, y no sólo en los grandes santuarios como Luján, el valle en Catamarca, y uno recorre todas las provincias desde Santiago del Estero, nosotros en Santa Fe con la virgen de Guadalupe. Siempre está María esperando para dar gracia, ayudar a los pobres y enfermos, socorrer a los niños, fortaleciendo a los jóvenes para que abandonen las adicciones que los limitan y roban su libertad y entusiasmo de vivir.
El 8 de diciembre nos hace presente que la Virgen Inmaculada ha sido tratada de una manera única por el amor infinito de Dios padre que la eligió para que fuera la Madre de Jesús, a quien llevó en su vientre, y lo dio a luz en Navidad. Dios hizo en ella maravillas, ya que la preservó del pecado y de todo mal.
Hizo de María y desde el comienzo de su vida, ese espacio y vida nueva, eso que no lo podía hacer la humanidad, no sólo por la desobediencia de nuestros primeros padres Adán y Eva en la creación, que se dejaron "tentar por el maligno", por el demonio en la figura de la serpiente que les prometía ser como dioses, es decir dueños del poder del mal, que los hizo caer en la pérdida de la alegría, de la libertad; luego la humanidad lo pagaría tan caro en el tiempo que llega hasta nuestros días, cuando nos invade la tristeza, la angustia, el enfrentamiento entre nosotros, la corrupción que trae tanta pobreza, cuando domina la guerra y se sufre el abandono de Dios.
Es aquí donde aparece el 8 de diciembre la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, porque el amor de Dios no es abandónico y menos aún cruel y condenatorio, sino que aparece en su plenitud la misericordia que es más que el pecado y la muerte, que es capaz de erradicar para siempre la maldad el odio, la venganza y de vencer hasta la misma muerte, y esto es lo que hizo Dios en la santísima Virgen, entregándole y llenándola plenamente de gracia, es decir de presencia de la bondad de Dios en este mundo, hasta el extremo del amor que la hizo Inmaculada y Madre de Dios, que es lo que vamos a celebrar próximamente en la Navidad.
Nos decía en la carta a los cristianos de Efeso, san Pablo en la segunda lectura:
"Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza de la gloria de su gracia que nos dio en su Hijo muy querido".
Y en el evangelio escuchamos como el "ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen que estaba comprometida a un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José; el nombre de la Virgen era María".
Esto es lo hermoso del 8 de diciembre. Sabemos bien la historia, cómo María, luego de alguna aclaración pedida al Ángel, le dijo que sí a Dios, que se haga en ella su voluntad, porque no solo intuyó sino que le creyó a Dios para siempre y esto se hizo en un clima de diálogo, de mucha humildad y sencillez de la Virgen, donde la Iglesia reconoce con gran regocijo la obra única de Dios en el corazón humano, de un ser que no por la grandiosidad de su vida o sus méritos sino por la desbordante e infinita gracia de Dios, "hizo maravillas, grandes cosas en la humilde María" y por eso la Iglesia la reconoce como "la Inmaculada madre de Dios".
Hermanos, mientras preparamos y esperamos la Navidad, así como también la llegada del nuevo pastor, del obispo de Rafaela Pedro Torres, no dejemos en estos tiempos difíciles de alabar, bendecir y glorificar a Dios por el regalo único e inmenso de la Inmaculada Virgen María.