Por María Inés Adorni. La restauración de un cuadro comienza con un detallado estudio de la obra. Los resultados serán determinantes para saber qué técnicas y materiales se van a utilizar en su conservación.
La protección es la primera fase que se realiza en una obra de estas características, que llega con una falta de adhesión importante de la película pictórica al soporte.
Y se realiza entonces el proceso de restauración primeramente la tela, quitándole polvo y luego enfermedades por la humedad y el paso del tiempo.
Se realizan dos funciones principales sobre la superficie pictórica, por un lado protegemos la obra para poder manipularla, y por el otro consolidamos la película pictórica y ayudamos a que se vuelva a adherir al soporte.
El segundo paso es el desforrado de la tela original, en ese momento para realizar otro reentelado se decide regenerar el pegamento que se utilizó en un reentelado anterior.
También llamado forración o entelado para reforzar la tela original. Una vez retirada la antigua se procede a forrar el cuadro con una nueva tela.
La fase de limpieza en cualquier obra, sea pintura o escultura, yo creo que es la fase más complicada y delicada, fundamentalmente, además porque es la que queda, es irreversible, y entonces el trabajo que hagamos sobre la película pictórica va a quedar ahí, si retiramos sólo la suciedad, si retiramos el barniz original, e incluso si podemos llegar hasta la policromía y causar daños irreparables, entonces es una fase muy complicada porque es irreversible.
Puede afectar a la entidad de la obra y a su correcta misión. Técnicas como el test de Wolbers permite elegir con mayor exactitud los productos a utilizar según la zona y el color de la obra.
El resultado del test en los algodones, liberada la pintura de suciedad, se procede al arreglo de pequeñas grietas o faltas, en donde se coloca el material.
El proceso de restauración, la reintegración del color, en zonas de lagunas, se colorea con técnicas respetuosas que se distingue del original, es reversible, por ejemplo rayas de colores que se llama regatino, son procesos muy lentos y llevan de mucha paciencia y atención.
En las partes que se encuentran sin limpiar se pierden todos los matices, sombras, una vez ya están limpios se marcan contrastes, pliegues de color, dorados, etc, no se aprecian porque están tapados por el barniz oxidado, en donde luego recuperan su brillo y el color original.
Como restauradora recuperé tesoros artísticos de nuestro patrimonio de iglesias y coleccionistas particulares de Rafaela y otras provincias.