El Santo Padre rezó este lunes el Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico ante unos 25.000 fieles y peregrinos de todo el mundo congregados en la Plaza San Pedro. Antes de la oración, el Papa comenzó su mensaje subrayando que los días de la Octava de Pascua "son como una sola jornada en la que se prolonga la alegría de la Resurrección".
Francisco afirmó que en el Evangelio de hoy, que narra la aparición a las mujeres que habían ido al sepulcro, "sigue hablándonos del Resucitado. Jesús sale a su encuentro y las saluda; luego les dice dos cosas, que también a nosotros nos vendrá bien recibir como regalo de Pascua, dos consejos del Señor, un regalo pascual".
"En primer lugar, las tranquiliza con dos simples palabras: ‘No tengan miedo’. Él sabe que los miedos son nuestros enemigos cotidianos. También sabe que nuestros miedos nacen del gran miedo, el miedo a la muerte: miedo a desvanecerse, a perder a los seres queridos, a enfermar, a no poder más. Pero en la Pascua Jesús venció a la muerte. Por tanto, nadie puede decirnos de forma más convincente: ‘No tengan miedo’", afirmó el Papa.
"El Señor -puntualizó- lo dice allí mismo, junto al sepulcro del que salió victorioso. Así nos invita a salir de las tumbas de nuestros miedos. El Señor sabe que el miedo está siempre agazapado a la puerta de nuestro corazón y que necesitamos que nos repitan ‘No temas’: en la mañana de Pascua como en la mañana de cada día".
El pontífice se dirigió a cada uno de los fieles congregados en la Plaza San Pedro y a quienes seguían la transmisión a través de los medios de comunicación y las redes sociales: "Hermano, hermana, que crees en Cristo, no tengas miedo. ‘Yo -te dice Jesús- morí por ti, cargué sobre mí tu mal. Ahora he resucitado para decírtelo: estoy aquí, contigo para siempre. No temas".
Superar los miedos
¿Cómo podemos hacer para vencer al miedo? Para responder esta pregunta, Francisco afirmó que "nos ayuda la segunda cosa que Jesús dice a las mujeres: ‘Vayan y digan a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán’. El miedo -declaró el Papa- nos encierra siempre en nosotros mismos".
"Pero yo -podemos decir- ¡no soy capaz! Pero piensen: aquellas mujeres no eran ciertamente las más idóneas ni preparadas para anunciar al Resucitado, pero al Señor no le importa. A Él le importa que salgan y lo anuncien. Salir y anunciar. Salir y anunciar. Porque la alegría de la Pascua no es para guardarla para uno mismo. La alegría de Cristo se fortalece al darla, se multiplica al compartirla. Si nos abrimos y llevamos el Evangelio, nuestro corazón se expande y supera el miedo. Este es el secreto: anunciar para vencer el miedo".
"El texto del día nos dice –explicó el Papa- que el anuncio puede encontrar un obstáculo: la falsedad. Para ilustrar este punto, se refirió a los soldados que habían custodiado el sepulcro de Jesús: "A ellos se les paga ‘una buena suma de dinero’ y reciben estas instrucciones: ‘Digan ésto: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras dormíamos’".
"¿Ustedes dormían? ¿Vieron en el sueño cómo robaban el cuerpo? Hay una contradicción ahí, pero una contradicción que todos creen, porque hay dinero en el medio. Es el poder del dinero, ese otro señor del que Jesús dice que no hay que servir nunca. Son dos señores: Dios y el dinero. Nunca sirvan al dinero".
De acuerdo con el obispo de Roma, aquí está la falsedad, la lógica de la ocultación, que se opone a la proclamación de la verdad. "Es un recordatorio también para nosotros: la falsedad -en las palabras y en la vida- contamina el anuncio, corrompe por dentro, conduce de nuevo al sepulcro. Las falsedades nos llevan hacia atrás, nos llevan directamente a la muerte, a la tumba. El Resucitado, en cambio, quiere sacarnos de los sepulcros de la falsedad y los dobleces".
Nosotros -subrayó el Santo Padre- nos escandalizamos con razón cuando, a través de la información, descubrimos engaños y mentiras en la vida de las personas y en la sociedad. "¡Pero pongamos también nombre a las falsedades que llevamos dentro! Y pongamos nuestra opacidad ante la luz de Jesús resucitado. Él quiere sacar a la luz las cosas ocultas, hacernos testigos transparentes y luminosos de la alegría del Evangelio, de la verdad que nos hace libres", agregó.
El pontífice concluyó su alocución augurando que María, la Madre del Resucitado, nos ayude a superar nuestros miedos y nos conceda la pasión por la verdad.
En este llamado Lunes del Ángel, con el que terminan los ritos de la Semana Santa, el Papa deseó una vez más a todos una feliz Pascua y que "la Gracia del Señor resucitado dé esperanza y alivio a los que sufren y que nadie sea abandonado".