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“Jesús vive y te espera ahí donde vives cada día en la vida cotidiana”

Crédito: N. Gramaglia

El obispo de la diócesis de Rafaela Pedro Torres presidió la vigilia pascual en la Catedral San Rafael, que se inició en el atrio con la bendición del cirio pascual 2023, representando a Cristo resucitado luego de la pasión y muerte en cruz del Viernes Santo.
Luego continuó con la procesión por el interior del templo a oscuras, que se mantuvo hasta la entonación del canto del Gloria en alabanza a Dios. La ceremonia fue concelebrada por el párroco Alejandro Mugna, asistiendo una gran cantidad de fieles, que portaron velas y fueron encendidas en distintos momentos de la celebración, que duró casi dos horas.
“¿Hemos caído en la cuenta de que me amó hasta el fin, murió y resucitó por mí? La que nos habla es la liturgia, cada signo desde el fuego, el cirio que representa a Jesús que vence las tinieblas, esta luz que ha sido la historia de la salvación, pero que se hace plena en el Nuevo Testamento, por eso se prendieron las luces recién en el Gloria, el incienso, el canto. En la segunda lectura fue la liberación (Éxodo 14, 15-15, 1ª) y se continúa con el cántico al Señor por lo que ha hecho por nosotros”, destacó Torres en la homilía.
Y agregó: “Si la libertad del Antiguo Testamento era del faraón, Jesús nos ha liberado más hondamente de la muerte y del pecado. El Padre resucitó a Jesús por su Espíritu, el eterno viviente, podemos mirar a Jesús y su sonrisa porque el Padre no lo abandonó en la oscuridad de la muerte, lo resucitó; él se había puesto en las manos del Padre”.
Más adelante, dijo que “desde ese instante confirma lo que enseñan los apóstoles: donde está el Espíritu está la libertad; una cultura de la vida, del cuidado y del encuentro, en medio de un tiempo y un desafío de lo que decía san Juan Pablo II de la cultura de la muerte, somos anunciadores de la vida. Donde está el Espíritu está la verdad, nos hace libres, el amor que nos plenifica, el gozo y la paz”.
“El día de la Pascua -continuó- renovamos la alianza, queremos ser discípulos del Dios de la vida, renovamos la certeza de la carta de Pablo (Romanos 6, 3-11), fuimos bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte, así como Cristo resucitó para gloria del Padre, así también nosotros hemos renacido. Somos hijos de Dios, templos del Espíritu, miembros de la Iglesia sea fuente de alegría”.
En otra parte, Torres sostuvo que “cuando Jesús se aparece en el camino, después del primer anuncio que hacen los ángeles, saluda a las mujeres diciendo «alégrense», usando la misma palabra que usó el Ángel cuando se la apareció a María en la anunciación: «alégrate María llena de gracia». Alégrate porque Jesús vive y te espera ahí donde vives cada día en la vida cotidiana. Envía a las mujeres a anunciar la resurrección, envía a los apóstoles a ser testigos y también a nosotros”.

N. Gramaglia

La deuda del pecado
“Ya no tenemos deuda porque la deuda del pecado ha sido pagada. Nosotros que sabemos de deudas, qué alivio cuando no tenemos deudas. Se nos dice que Jesús ya pagó por vos, Dios te da un corazón nuevo. No es un corazón espiritualísimo sino de carne, capaz de sentir el amor de Dios, de compadecerse del dolor de los hermanos. Nos da un corazón que deje entrar la luz del resucitado, esa luz que ilumina; el fuego que hemos bendecido purifica y enciende”, precisó.
En los tramos finales, Torres mencionó que “la resurrección es también para los tristes, los desanimados, los desalentados, los decepcionados, Jesús camina con nosotros. Alégrate porque tu corazón tiene el agua que sacia la sed del alma, tu vida ha sido insertada en la historia de la salvación, Dios que te creó también te redimió y te invita a caminar hacia la casa del Padre, donde él que ha vencido a la muerte nos prepara un lugar”.
También abordó la coyuntura reciente: “Uno de los daños más grandes que nos hizo la pandemia es que nos metieron mucho miedo a la muerte y el cristiano no le teme a la muerte, no teman los que maten el cuerpo, decía Jesús, sino a los que maten el alma. Celebramos que la muerte no está como la última palabra sino es la esperanza. Pidamos la paz frente a nuestros miedos, pruebas, en nuestras relaciones familiares, en nuestros vínculos y en nuestros espacios de trabajo y diversión; pidamos la paz para el mundo, como en la oración de san Francisco de Asís (1182-1226): «Señor haz un instrumento de tu paz».”
“La Pascua nos hace renacer, que nazca en nosotros la conciencia de que somos testigos, discípulos y misioneros, salvados que queremos anunciar al mundo que hemos sido amados con un amor de predilección. Jesús nos habla con gestos y palabras. Hace falta transformar las lágrimas en oración, al pie de la cruz transformamos el dolor en plegaria, la muerte en certeza de Pascua. Feliz crecimiento en la fe, la esperanza y el amor”, concluyó.

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