Esta nota podría haber sido escrita en cualquier momento de los últimos 20 años, sin embargo tiene plena vigencia y eso es un gran problema. Como ya informó CASTELLANOS, en estos días diferentes empresas de combustible aplicaron un incremento del 3,8% en el precio final del producto. La decisión se dio en el marco del acuerdo alcanzado entre las petroleras y el Gobierno, por el que los combustibles forman parte del programa "Precios Justos" y pueden aumentar en marzo ese porcentaje.
Los nuevos valores del litro de nafta son: YPF: Súper $ 198.90; Infinia $ 251,30; Ultra $ 225,50; Infinia Diésel $ 308. SHELL: Súper, $ 205,40; V-Power $ 255,90; Diésel $ 235,50; V-Power Diesel $ 318,90.
Pero más allá del contratiempo monetario, esto suele ser el comienzo de una secuencia de subas en los precios de muchos productos y servicios. Aún quienes no utilicen un vehículo propio también se verán tocados en su economía. Esto se da porque el aumento puede tener un efecto dominó en otros aspectos de la vida cotidiana, como los precios de los alimentos y otros bienes que dependen del transporte para llegar a los comercios. Es decir que la ola que acaban de generar estos nuevos valores llegará muy pronto a nuestras orillas, arrasando a su paso todo lo que encuentre y empezando por los de más abajo.
En el caso de los conductores de vehículos, ellos se ven directamente impactados por el aumento. Esto los obliga a tomar decisiones diversas como seguir cargando la misma cantidad de combustible pero ajustando su bolsillo en otros rubros. Por ejemplo, un taxista ahora pagará más en nafta, pero dejará de consumir su café diario en el bar de la esquina.
Otros decidirán cargar menos para compensar los nuevos precios. En este caso se verán obligados a dejar de realizar actividades. Incluso si eligieran evitar ir en auto al supermercado, tendrían que hacerlo caminando o en bicicleta, lo que derivará en tener menos capacidad de transportar bolsas, llevándolos a realizar compras más chicas. Y así podríamos seguir explicando largamente la concatenación inevitable de hechos.
En definitiva como podemos ver, cualquier ajuste referido a los combustibles siempre iniciará una cadena de aumentos que afectará todo tipo de actividad laboral o personal. Vidas comunes revolucionadas.
El testimonio de los que pagan los platos rotos
Maricel es una madre con dos hijas mujeres en edad escolar. Luego de haber atravesado el gran gasto que supone la vuelta a clases, ahora se tuvo que enfrentar a este nuevo obstáculo: "Cuando había podido terminar de pagar todos los útiles escolares que son carísimos, me encontré con esto. Decidí empezar a usar la moto de nuevo porque gasto mucho menos que con el auto. Por suerte las nenas tienen horarios diferentes de entrada al cole, así que dejo una y después a la otra".
Por su parte, Rafael es un comisionista que realiza su trabajo entre diferentes pueblos y la ciudad de Rosario. Pasa la mayor parte de su día manejando y aunque intenta moverse utilizando GNC, muchas veces tiene que recurrir al tanque de nafta: "Es una constante, ya estoy acostumbrado. Vos acordate que de acá a pocas semanas va a haber otro aumento… ya no se puede más así. A mí no me queda otra que tener siempre el tanque lleno porque con las distancias en que me muevo nunca sabés cuándo vas a necesitarlo".
También están aquellas familias que contaban con dos vehículos y decidieron vender uno, no sólo por el precio de la nafta sino también por lo caro que les resulta el mantenimiento. Es el caso de Marisol, una médica que junto a su marido tomó la decisión de deshacerse de su propio auto y quedarse sólo con el de él: "Ahora nos turnamos y lo compartimos. En caso de mucha necesidad alguno de los dos pide un remis, que aunque parezca caro termina siendo más barato que pagar seguro, patente, cochera, mecánico y nafta".
Como ranas en la olla
La resignación parece haberse apoderado de los argentinos en lo que respecta a este tipo de aumentos. En cambio en países que no están habituados a la inflación, esto ha sido motivo de fuertes protestas y multitudinarias manifestaciones en la vía pública. Incluso Estados Unidos, luego de la inusual emisión monetaria en 2020 por la pandemia, sufrió un salto notable en su nivel de inflación.
Pero por estas latitudes pareciera que nos estamos cocinando lentamente como en el famoso cuento de las ranas en la olla. Además, hay un viejo dicho que afirma que la mejor forma de esconder algo es a la vista de todos. Y justamente vemos tantos aumentos a diario que los de la nafta ya no llaman la atención.
Es momento entonces de tomar decisiones y elegir de manera inteligente cómo asignar los recursos que cada uno tiene. Mientras esperamos que nuestro país se quite de encima el tormento inflacionario nos seguiremos preguntando ¿nafta o comida? ¿Nafta o salud? ¿Nafta o paz mental?