La Economía argentina es un barco sin anclas, con un capitán, que no es otro que Sergio Massa, distraído por los cantos de sirenas electorales, y que se dirige directo hacia el iceberg. En la última semana, los bancos se vieron abarrotados de ahorristas que soportaron largas esperas para retirar sus depósitos. Los que tenían dólares los retiraban para resguardarlos una vez más bajo sus colchones y quedarse tranquilos. Otros se llevaban los pesos que tenían en cuentas a la vista o plazos fijos para cambiarlos por dólares en el mercado informal, a razón de $ 1.000 por cada dólar. Nada muy diferente a lo que los argentinos que peinan canas vivieran en tristes épocas pasadas, pero con una diferencia: hoy, a una semana de los comicios presidenciales, además de corridas cambiarias y bancarias, reina una mayúscula desorientación entre ciudadanos, operadores económicos y dirigentes políticos desacostumbrados a luchas tripartidarias. Algunos encuestadores admiten estar tan miopes como veinte años atrás, en vísperas de la reñida elección presidencial entre Carlos Menem, Néstor Kirchner y Ricardo López Murphy.
Claro que, cuando el dólar blue superó los $ 1000, el mayor pánico se trasladó al propio Ministerio de Economía. El ministro candidato optó una vez más por echarle la culpa al otro. Habló de los "cueveros", alentó operativos policiales contra operadores del mercado paralelo -llevados a cabo no sin antes advertirlos sobre los allanamientos- y, como no podía ser de otra manera, responsabilizó a Javier Milei por la corrida cambiaria.
A los fuegos artificiales en la City porteña, Massa sumó una bravuconada con rasgos delirantes cuando dijo que "preferiría perder la elección, pero mandar presos a los que juegan con el ahorro de los argentinos" y prometió que iba a "defender el ahorro de la gente". Esto último sonó como una broma de mal gusto en la misma semana que el Indec confirmó el aumento del 12,7% en el costo de vida durante septiembre, el índice más elevado desde febrero de 1991. Sólo a lo largo de su Gestión ministerial de un año, la inflación interanual pasó del 78% al 138%, con perspectivas de terminar el presente año en niveles del 180% al 190%, de acuerdo con estimaciones privadas. El dólar blue, que al 12 de octubre de 2022 se cotizaba a $ 289, concluyó exactamente un año después a $ 980 -un 240% de incremento-, luego de alcanzar un pico de $ 1050. La inflación acumulada a lo largo de la Gestión de Alberto Fernández ya llega el 744%.
Más allá de que la recomendación hecha por Milei a los ahorristas para que desarmaran sus plazos fijos en pesos pudiera ser irresponsable en boca de quien ya no es un simple panelista de Intratables, sino un candidato presidencial más que competitivo, ni Massa ni nadie puede desconocer la génesis de la actual crisis. Si la Argentina está hoy a las puertas de una hiperinflación, es por los desaciertos de un Gobierno cuyo ministro de Economía se desentendió hace rato de su rol para ponerse el traje de candidato y priorizar sus ambiciones electoralistas, recurriendo a una descomunal emisión monetaria y al más rancio populismo, y desechando la posibilidad de ejecutar un programa estabilizador que pusiera límites al desenfrenado gasto público y al impuesto inflacionario, que es el más regresivo de todos los tributos.
Para tener una idea del festival de populismo electoral y de emisión, cabe consignar que, desde las PASO hasta hoy, la base monetaria se expandió de $ 6,6 billones a casi $ 7,1 billones, al tiempo que los pasivos remunerados del Banco Central -que incluyen la bola de nieve de Leliq- crecieron de $ 17,9 billones a $ 21,9 billones. De este modo, la expansión monetaria sumó en los dos últimos meses la friolera de alrededor de $ 4,5 billones.
Aun así, los relevamientos de la gran mayoría de los analistas de opinión pública que midieron hasta los últimos días la intención de voto de los candidatos muestran a Massa más cerca de ingresar a un ballottage que Patricia Bullrich.
¿Cómo es posible que pueda llegar a la segunda vuelta electoral un ministro de Economía que ostenta la mayor inflación en 32 años? La explicación de Jorge Giacobbe es que los votos no son de Massa, sino de Cristina Kirchner. "Hay mucha gente que está buscando argumentos para tragarse este sapo con tal de defender a Cristina. Es un voto con un sustento totalmente emocional y para ese segmento cualquier aberración que provenga de la Vicepresidente es mejor que un triunfo de la derecha", sostuvo.
Según Lucas Romero, director de Synopsis, pase lo que pase, Massa sería el destinatario de un votante con un sentimiento de pertenencia y una identidad construida en función de lo que el universo panperonista representa. No se trata, entonces, de un voto por encanto, sino por espanto. Sin embargo, en una eventual segunda vuelta, al candidato de Unión por la Patria le costará mucho sumar más del 35% de los votos, en opinión del consultor.
De acuerdo con relevamientos de opinión pública de Synopsis efectuados hasta principios de este mes, antes del segundo debate presidencial, en el que Bullrich mejoró su performance, la candidata de Juntos por el Cambio solo retenía el 65% de los votos que cosechó Horacio Rodríguez Larreta en las PASO y tampoco retenía el 14% de su caudal propio, que se mudó mayoritariamente a Milei. El reciente anuncio de Bullrich de que Rodríguez Larreta será su jefe de Gabinete si gana las Elecciones tiene sentido en función de aquella situación.
¿Puede ganar Milei en primera vuelta? Si bien ningún sondeo avala hasta hoy ese escenario, el olfato de algunos analistas de opinión pública, como Romero, indican que "si Massa se desinfla, crecen las chances de Milei de alcanzar el 40%", y de llegar a la presidencia el 22 de octubre si su más inmediato perseguidor queda a más de 10 puntos.
Uno de los dolores de cabeza de Bullrich es la posibilidad de que los votos que pueda expulsar Massa tiendan a dirigirse a Milei más que a ella, ya que la candidata de Juntos por el Cambio nunca desarrolló una estrategia de seducción de los votantes del oficialismo. Habría que ver si la incorporación de Rodríguez Larreta le da a Bullrich cierta capacidad para captar a esa porción del electorado.
Por lo pronto, las complicaciones que tendría Milei para gobernar con menos de la cuarta parte de los diputados nacionales y apenas la décima parte del Senado continúan siendo una cuestión sobre la que machacarán hasta último momento los voceros de Juntos por el Cambio. La posibilidad de que Milei enfrente serias dificultades para construir una coalición parlamentaria que le permita llevar adelante sus audaces reformas y la alternativa de que su eventual gobierno derive en una crisis a la peruana -Perú tuvo siete presidentes en los últimos siete años- no son descartadas por analistas. Milei nunca ha explicado cómo hará para gobernar en franca minoría, aunque integrantes de su equipo, como su hipotético ministro del Interior, Guillermo Francos, alientan un "gobierno de unidad nacional", por cuanto "no se puede llevar a cabo un proceso de transformaciones sin acuerdos". Dirigentes de su espacio estiman que un triunfo de Milei constituirá un cimbronazo político que dará lugar a la ruptura de las actuales coaliciones políticas y al nacimiento de otras nuevas, y que de ahí saldrá la posibilidad de articular nuevas alianzas.
La moneda sigue en el aire.