Opinión

Fuera de lo ordinario

El horario elegido por el Presidente para pronunciar su discurso inaugural de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional tomó por sorpresa a muchos y levantó no pocas críticas. Más allá de romper una larga tradición que, por igual, la totalidad de sus antecesores había respetado, se le objetó que llevase el comienzo de un evento de tamaña importancia, tan tarde. Pero Javier Milei, una vez más, no había obrado a tontas y a locas. Supuso -no sin razón- que a las 21:00 hs tendría mucho mayor audiencia televisiva que al mediodía. Lo que seguramente no imaginó fue la dimensión de su acierto. El rating que obtuvo resultó de los mayores de la historia, comparable -para tener una idea de qué tanto interés despertaba cuanto iba a decir- a la del partido final, disputado en Qatar, entre Francia y nuestro seleccionado.
Había sido tema obligado de comentario y análisis, durante la semana previa, el tono y el fondo de la alocución. También se habían tejido toda clase de conjeturas respecto de algún anuncio de carácter extraordinario que marcase un antes y un después en la deriva gubernamental. Como quiera que haya sido, lo cierto es que el personaje central de la velada no defraudó las expectativas del popolo grosso que un viernes -a esa hora, nada menos- decidió sentarse a mirarlo, postergando otras distracciones.
El fenómeno no deja de ser curioso y, de alguna manera, se complementa con una encuesta de reciente factura -la de Pew Research Center- que fija en 83% la cota de quienes están convencidos de que a los gobernantes y funcionarios no les importa lo que piensa la gente. No es aventurado conjeturar que, de momento, a Javier Milei no lo identifican con ese colectivo de hombres públicos. De lo contrario, pocos se hubiesen molestado en sentarse delante de la caja boba y perder una hora de su tiempo escuchándolo hablar como un político del montón. El Jefe de Estado todavía suscita unas esperanzas y genera una adhesión -en medio de un plan de ajuste sin precedentes en la historia argentina contemporánea- que pone al descubierto el grado de paciencia notable que existe en el seno de la sociedad criolla. En comparación con corruptos emblemáticos como Cristina Kirchner y Alberto Fernández, en el imaginario de la gente Milei se halla en sus antípodas. Los $ 14.500.000 que cobra aquélla en concepto de haberes jubilatorios es una afrenta para millones de personas. Ni hablar del fabuloso negociado -otro más- que en torno a los seguros estatales tiene al antecesor del libertario contra las cuerdas.
Como nunca, Milei resulta hoy el dueño de la escena. Es el actor protagónico y -al propio tiempo- excluyente de la política argentina. Atrás han quedado los vaticinios absurdos de algún politólogo radicado en Lisboa que, en plena campaña electoral, daba cátedra de por qué no podría gobernar si no era apelando a una variante dictatorial del tipo de la que Fujimori implementó en el Perú. También la desmesura de algún periodista de nota que pontificaba acerca de su inestabilidad mental. Milei ha roto con todos los esquemas de análisis preestablecidos y hay que buscar nuevas categorías para explicar su derrotero. Se hace menester comprender en este caso particular que los calificativos de bueno o malo carecen de sentido. Prima, en cambio, la categoría de lo distinto.
Aun cuando todavía no es dable contestar con certeza a la pregunta de si la convocatoria extendida a todo el arco político -y, en forma especial, a los mandatarios provinciales- es para discutir un acuerdo o para suscribirlo a libro cerrado -cuestión no menor, por cierto-, son más los gobernadores que han cerrado filas junto al jefe de Estado que los que se han mostrado esquivos o se hallan en el campo de los que no saben/no contestan. A favor se pronunciaron Frigerio (Entre Ríos), Zdero (Chaco), Cornejo (Mendoza), Macri (CABA), Jaldo (Tucumán), Jalil (Catamarca) y Sadir (Jujuy). Los que aceptaron el convite pero "quieren ver", son Llaryora (Córdoba), Pullaro (Santa Fe), Figueroa (Neuquén), Orrejo (San Juan), Poggi (San Luis) y Sáenz (Salta). En la vereda de enfrente, como era de esperar, se recortan Kicillof (Buenos Aires), Insfrán (Formosa), Zamora (Santiago del Estero), Zilotto (La Pampa), Passalacqua (Misiones), Weretilneck (Río Negro), Vidal (Santa Cruz), Quíntela (La Rioja) y Melella (Tierra del Fuego).
Hasta el 25 de mayo se ha abierto un compás de espera en el cual el Gobierno tratará de aprobar una ley de Bases algo más acotada, aunque no menos trascendente que la "ómnibus" que quedó en el camino. Da la impresión de que el Presidente ha entendido, por fin, que debe moderar los improperios lanzados sin distinciones en contra de la casta como si todos -peronistas, kirchneristas, socialistas, radicales y conservadores- fuesen lo mismo. Lo que se impone ahora, de cara al acto que se llevará a cabo en la Docta dentro de unos 65 días y a la necesidad de contar con facultades delegadas, que den la posibilidad de desregular la economía, de establecer un régimen que incentive las inversiones y una nueva fórmula jubilatoria es un periodo de arduas negociaciones con un vasto conjunto de gobernadores, diputados y senadores que desean colaborar desde afuera del espacio libertario.
¿Terminó el periodo de las agresiones y comenzó la etapa del diálogo? En principio cabe pensar que, en tanto y en cuanto la necesidad tiene cara de hereje, al oficialismo no le queda otra posibilidad más que la de sentarse a negociar con arreglo al principio de cuño clásico: do ut des (te doy para que me des). Está claro que la compensación que recibirán los estados provinciales que acepten compartir esa mesa les permitirá, a diferencia de las que decidan mantenerse al margen, un respiro fiscal importante. Por este mismo motivo, no es de descartar la presencia en la Casa Rosada, en las próximas semanas, de algunos de los nueve gobernadores que han decidido, por ahora, hacer rancho aparte. Más de uno evaluará con cuidado qué le conviene: si embanderarse con Axel Kicillof y romper todo vínculo con el Poder Ejecutivo Nacional o reconsiderar la cuestión y acceder a los beneficios que sólo les puede brindar un unitarismo fiscal amistoso.
En teoría esto es lo que debería suceder si entre el oficialismo la oposición dialoguista primase la cordura y ambas fuesen capaces de bajarse de sus respectivas posiciones de máxima. En la práctica hay que tomar en consideración que las rispideces están a ras de piel. A favor juega que la reacción espontanea de los gobernadores a la invitación fue de bienvenida. En contra pesan los pasados agravios.
El discurso de Milei -volviendo al principio-- fue extraordinario; esto es, fuera de lo ordinario, por seis motivos que se explican y complementan mutuamente: 1) demostró la fuerza de las ideas; 2) marcó la agenda para los próximos meses, obligando al arco opositor a pronunciarse sobre los temas medulares que quedaron planteados; 3) tuvo un audiencia inaudita y cosechó de lejos más alabanzas que críticas; 4) mostró un coraje desusado en estas playas al embestir contra todos los enemigos al mismo tiempo, y 5) no se movió un ápice de las promesas hechas antes de llegar a Balcarce 50 que, en buena medida, fueron las que le permitieron arrasar en el balotaje.

Autor: 288042|
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