En una jornada de la empresa Tecnomyl, el experto Luis Lanfranconi brindó recomendaciones para mejorar el control de estos "yuyos" que complican a la producción agrícola.
En el campo, hay una pandemia que es casi tan vieja como la agricultura: las malezas. Pero que en las últimas dos décadas se potenció: la cantidad de "contagios" se disparó, debido a la aparición de nuevas especies tolerantes y resistentes a la aplicación de herbicidas.
"Todos los años hay entre dos y tres nuevos biotipos sospechosos o confirmados de tener alguna resistencia. Y no hay nuevos mecanismos de acción que vayan a aparecer, al menos en el corto plazo. Las herramientas que hay son las que tenemos y hay que cuidarlas", señaló el investigador del Inta y docente de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) especializado en malezas, Luis Lanfranconi, durante la jornada "Malezas, economía y pandemia: estrategias para pasar el invierno", organizada por la empresa Tecnomyl.
Con un botiquín que no tiene nuevas vacunas para enfrentar esta pandemia, la receta para bajar la curva de contagios es utilizar mejor los remedios disponibles. Por eso, la disertación de Lanfranconi se centró en recomendaciones de manejo para barbechos largos.
Como primera medida, recordó que el control de malezas tiene cuatro pilares fundamentales. El primero es la prevención, a través de una limpieza correcta de las máquinas para evitar la contaminación con semillas que vengan de un lote infestado.
El segundo es el control mecánico, con discos que trocen los rizomas.
El tercero es el control cultural: la utilización de cultivos de servicios y de estrategias agronómicas que potencien la competencia de los cultivos, como elegir variedades que cierren rápido el surco, ajustar la distancia de siembra o corregir las fechas de implantación para emerger antes que las especies invasivas.
El último es el control químico, sobre el que el especialista hizo hincapié. Habló de una "hoja de ruta" que debe seguirse para que los productos tengan éxito y a la larga, no generen nuevas resistencias.
Del diagnóstico a la "vacunación"
Para Lanfranconi, es imposible pensar en un tratamiento que mejore la salud de los lotes si no se hace previamente un diagnóstico a campo.
De todos modos, mencionó como una receta básica la aplicación de manera temprana, sobre todo en las zonas semiáridas de Córdoba donde las lluvias son escasas y aumenta el riesgo de casos de fitotoxicidad.
"No hay que pasar de mayo, cuando ya empezamos a quedarnos sin precipitaciones", afirmó.
Como ejemplo, dijo que el metsulfuron es muy usado, pero sí o sí necesita lluvias para incorporarse al suelo. "La actividad microbiana ayuda a degradarlo, pero no es suficiente: el agua es clave. Si queda un 10 por ciento sin degradarse, puede afectar al cultivo siguiente", indicó. Por eso consideró importante evaluar las condiciones climáticas que se proyectan para la campaña.
Según Lanfranconi, hay una decena de malezas que son las que más aparecen en el otoño en la zona semiárida centrla de Córdoba: Rama negra (Conyza bonariensis o canadiensis), Perejilillo (Bowlesia incana), Ocucha (Parietaria debilis), Cerraja (Sonchus oleraceus), Cerraja brava (Sonchus asper), Altamisa colorada (Descurrainia argentina), Peludilla (Gamochaeta spicata) y los Nabos y Mostacillas (Brasicaceas sp).
El especialista centró su exposición en la más complicada: la Rama negra.
De acuerdo con ensayos realizados por el Inta, las aplicaciones son efectivas hasta una altura de 10 centímetros: si nace en junio, son más o menos 40 días hasta que logra ese nivel de crecimiento.
"Rama negra suele tener dos pulsos de emergencia y es clave: si nace en junio, tengo algún margen para tomar decisiones; si emerge en primavera, rápidamente emite el escapo floral y se hace muy difícil controlarla", indicó.
Un estudio elaborado el año pasado evaluó el control en tres momentos: con la maleza con menos de cinco centímetros; entre cinco y 10 centímetros; o ya elongando con entre 10 y 15 centímetros.
"A menos de cinco centímetros, a los 35 días se observó un control de más del 80 por ciento en la mayoría de los tratamientos evaluados. Con la altura intermedia, ya son menos las aplicaciones que lo lograron. Con más de 10 centímetros, a los 28 días ya se empezó a perder control", comparó Lanfranconi.
Sobre los productos, recordó que lo ideal es combinar diferentes principios activos e ir rotándolos. Antes de los cinco centímetros, el glifosato tiene éxito; por encima de ese tamaño, aconsejó sumar 2,4-D, y luego dicamba; si ya empezó a elongar, pensar en fluroxipir o clopyralid; y si ya hay escapes elongados, sí o sí un "doble golpe" con glifosato más un hormonal, y después un quemante como paraquat o glufosinato de amonio.
En todos los casos, afirmó que los controles mejoran cuando se adiciona atrazina. "Y si la severidad ya es muy grande, alplax o rivotril para el productor", bromeó.