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El último mensaje de una mujer fuerte, en el acto de Plaza de Mayo


El 1º de mayo de 1952, en la tradicional celebración por el Día del Trabajador, los manifestantes escucharon por última vez a Evita.





La Plaza de Mayo estaba repleta, como cada 1º de mayo en el que el pueblo era convocado para participar del emblemático acto del Día del Trabajador. Antes de que el presidente Juan Domingo Perón hablara desde los balcones de la Casa Rosada, alguien más iba a alzar la voz. Lo que nadie sabía, más allá del evidente avance de la enfermedad, es que esa vez, hace exactamente 70 años, iba a ser el último discurso de Eva Perón.
No hacía mucho tiempo, en un acto multitudinario realizado el 22 de agosto de 1951 en la avenida 9 de Julio, Evita había pronunciado un histórico discurso considerado como  "renunciamiento" a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación que una gran parte del Movimiento Nacional Justicialista le estaba pidiendo, con el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo a la cabeza. Dicha renuncia fue finalmente ratificada por Eva en un mensaje radiofónico nueve días después.
Los 12 minutos y 30 segundos del discurso de Evita aquel 1º de mayo fueron en una sola dirección: defender al Presidente. No era casual, el 28 de septiembre de 1951, días antes de las elecciones presidenciales, tuvo lugar el primer intento de Golpe de Estado contra el Gobierno de Juan Domingo Perón. Por eso, en su último discurso Evita reafirmó su intención de dar la vida por Perón.
El 26 de julio de 1952, es decir, poco menos de tres meses después de su último discurso, María Eva Duarte de Perón murió a causa de un cáncer de útero. Tenía 33 años. Los había cumplido el 7 de mayo, seis días después de su último discurso en la Plaza de Mayo.
Había nacido el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, cerca de la ciudad bonaerense de Junín. Había llegado a Buenos Aires de joven, en 1935, en el intento de desarrollar su carrera como actriz, pero en 1944 conoció al entonces secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón, en una gala para reunir fondos por el terremoto de San Juan. Se casaron en 1945.





El último discurso de Evita completo





"Mis queridos descamisados: otra vez estamos aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: 'Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan'. Aquí está la respuesta mi general. Es el pueblo trabajador, el pueblo humilde de la patria, que aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a Perón, el líder del pueblo, el líder de la humanidad, porque ha levantado la bandera de redención y de justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria. Pero no lo conseguirán como no han conseguido jamás la envidia de los sapos acallar el canto de los ruiseñores, ni las víboras detener el vuelo de los cóndores. No lo conseguirán, porque aquí estamos los hombres y las mujeres del pueblo, mi general, para custodiar vuestros sueños y para vigilar vuestra vida, porque es la vida de la Patria, porque es la vida de las futuras generaciones, que no nos perdonarían jamás que no hubiéramos cuidado a un hombre de los quilates del general Perón, que acunó los sueños de todos los argentinos, en especial del pueblo trabajador.
Yo le pido a Dios que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, con las mujeres del pueblo, con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la Patria, la del pueblo, la de los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años. Hoy, gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para servir de escudo en defensa de la vida de Perón.
Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón que en las horas felices, de dolor e inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque son puros y ven con los ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón. Yo quiero hablar hoy, a pesar de que el general me pide que sea breve, porque quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón y que los traidores que ya no vendremos aquí a decirle 'presente' a Perón, como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacer justicia por nuestras propias manos.
Hay mucho dolor que mitigar; hay que restañar heridas, porque todavía hay muchos enfermos que sufren. Lo necesitamos, mi general, como el aire, como el sol, como la vida misma. Lo necesitamos por nuestros hijos y por el país en estos momentos inciertos de la humanidad en que los hombres se debaten entre dos imperialismos; el de derecha y el de izquierda, que nos llevan hacia la muerte y la destrucción. Y nosotros, un puñado de argentinos, luchamos junto con Perón por una humanidad feliz dentro de la justicia, dentro de la dignificación de ese pueblo, porque en eso reside la grandeza de Perón. No hay grandeza de la Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo trabajador.
Compañeras, compañeros: otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como mañana. Estoy con ustedes para ser un arco iris de amor entre el pueblo y Perón; estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores. Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria. Y así como este 1º de mayo glorioso, mi general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en la vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted.
Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma. 


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