18.33 Por Martín Lehmann - Tal vez muchos lo conozcan por su faceta gastronómica, pero lo cierto es que Raúl “el pelado” Ferrero se animó a incursionar en un sinfín de cruzadas, de aventuras que a lo largo de toda su vida lo llevaron a ser quien es, construir esa fama de “el último romántico soñador”. A dejar un sello. No en vano también le han puesto el apodo de “el loco”. Es un verdadero sibarita y bon vivant de nuestros tiempos, al que con solo hacerle una o dos preguntas te deja atónito, impactado. Con ganas de escuchar más historias que nos trasladan al Viejo Continente y nos traen de regreso a Rafaela.
Aunque reconoce que actualmente pasa sus días más tranquilo que antes, lo cierto es que en cada historia que cuenta deja traslucir ese espíritu aventurero que lo caracteriza y que todavía conserva. De a ratos se queja de no poder recordar algunos detalles de tantas cosas vividas, pero la realidad es que al conversar con él jamás dejan de brotar nuevos relatos asombrosos.
Raúl es abogado de profesión, aunque decidió no ejercer por esas cosas del destino. Desde entonces encaró varios proyectos. El más conocido fue el que inició allá por 1984, cuando abrió las puertas del restaurant más distintivo y selecto de Rafaela: El Cascote.
Está claro que un ser inquieto como él, está constantemente en búsqueda de nuevos desafíos, aventuras, historias por contar, y si bien dedicó mucho tiempo a perpetuar su obra maestra, llegó el día en que sintió que era el momento de hacer un clic en su vida. Un giro que venía postergando.
Se ocupó de elegir minuciosamente a su sucesor, aunque no fue una tarea fácil. Él entendía que aunque cambiaran los dueños, sus comensales seguirían yendo a buscar en El Cascote esa experiencia que solo él sabía entregarles. Necesitaba estar seguro de que ese compromiso con su gente se seguiría cumpliendo... y lo logró.
Conoció a quienes hoy están a cargo del establecimiento. Así fue que luego de 23 años entregó la posta, tranquilo y satisfecho por haber encontrado a quienes saben interpretar el verdadero espíritu del restaurant. Es que El Cascote es sinónimo de Raúl Ferrero. Desde el momento en que uno ingresa a esa pintoresca casona, se encuentra con que cada objeto narra una historia por sí mismo. Nada está ahí por mera casualidad. Es como si hubiera una línea de tiempo trazada en cada pared y la historia misma de El Cascote pudiera transitarse a pie de punta a punta. Desde el gigantesco mueble de estilo europeo que dio inicio a esta historia, pasando por el escenario de lo que fue alguna vez el piano bar, hasta llegar a los cuadros alusivos a sus viajes por Europa. Todo, pero todo es una narración viva de lo que logró esta ilustre personalidad de Rafaela.
Vivió mucho tiempo en Europa, con una predilección especial por París y Positano. De hecho vuelve asiduamente a estos lugares, a los que reconoce como los más extraordinarios que ha conocido. El amor por el viejo continente se inició a partir de un primer viaje de estudios que hizo de muy joven. Estuvo prácticamente un año de travesía por diferentes países y continentes lo que lo marcaría para siempre por algunas situaciones difíciles (como cuando los comunistas en Rusia les desarmaron el auto buscando evitar que ingresaran pornografía) y otras muy gratas como encontrarse frente a frente por primera vez con la majestuosa Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona. Todo esto en el contexto de una época en que no cualquiera tenía el privilegio de viajar.
Desde entonces ya ha viajado una treintena de veces a esos lugares donde aprendió a degustar platos y delicias que eran una rareza en Rafaela. Fiel a su estilo, con el tiempo se animó a traer aquellos sabores y dárselos a conocer a su gente. En muchos casos la jugada resultó sumamente exitosa, con gran aceptación del público, como cuando incluyó en el menú el Magret y el Cuisse de Canard o los kepis árabes.
Esa justamente era una de las cosas que más disfrutaba del restaurant: recibir cada noche a los comensales y tomarse el tiempo necesario de explicarles de qué se trataba cada novedosa receta que había importado. De aquí tal vez surja una frase escuchada varias veces en nuestra ciudad, la que dice que "el pelado Ferrero le enseñó a comer a Rafaela".
Ir a El Cascote implica la conjunción de la experiencia gastronómica y la social. Encontrarse con amigos, vecinos y otros conocidos es parte de lo que representa ir a este lugar. Es que la amistad y el encuentro están presentes desde la génesis del restaurant.
Pocas personas saben que uno de sus primeros nombres fue "El club del Cascote" y se trataba de algo muy sencillo. Raúl y un grupo de siete amigos se juntaban en la vereda para cocinar y comer ahí. Tan solo el fuego, un tablón y unas sillas alcanzaban para dar lugar a aquellas reuniones de lunes por la noche, en una Rafaela que en aquel entonces tenía el típico aire de pueblo.
Desde esas primeras reuniones hasta los últimos años en que estuvo al frente de su creación, el loco Ferrero ha coleccionado imborrables y emotivos recuerdos de personas que por allí pasaron.
Con verdadera modestia, pero asumiendo la importancia de su influencia en la cocina rafaelina, nuestro entrevistado reconoce el aporte que ha hecho a la ciudad, acercándole exquisiteces y verdaderos platos gourmet del mundo. Aunque es consciente de que su intensa dedicación al restaurant no le permitió establecer una relación de pareja, entiende que ha sido producto de lo demandante del mundo gastronómico.
Se ríe al recordar que en alguna ocasión una de sus parejas, le aseguró -casi en tono de reproche-, que nunca lo veía tan feliz como cuando partía rumbo a Ezeiza. Claramente las prioridades de Raúl estuvieron por mucho tiempo dominadas por ese intrépido explorador que lleva dentro y aún no ha abandonado.
Como solemos hacer en la última pregunta de este ciclo de entrevistas, le propusimos repasar la edición impresa de nuestro diario para que él resaltara alguna noticia del día. Acorde a su gran interés por diferentes temas de la actualidad, remarcó varios de los titulares publicados. Sin dudas, con Raúl Ferrero se puede hablar tanto de fútbol como de política, y siempre será un gran placer escucharlo.
Personas como él son los verdaderos tesoros de nuestra región. Muchos de aquellos que hicieron que Rafaela se ganara su fama de inquieta, novedosa y pujante siguen aún conviviendo con nosotros. Conocerlos, escucharlos y aprender de ellos nos garantizará que sigamos en el camino correcto. Un camino que siga haciendo brillar a esta ciudad.