Opinión

El cuchillo bajo el poncho: AFA y Universidades Públicas

En un contexto de inestabilidad económica como el que atraviesa Argentina, la conversación pública gira en torno a la inflación, el desempleo y la falta de oportunidades. Pero en los discursos se manifiestan cosas que esconden otras. En la Asamblea de Asociación del Fútbol Argentino, con la excusa de los descensos se discute la reelección de su presidente. En la discusión por el presupuesto de las Universidades, se esconde entre otras cosas, que no desean ser auditadas. Siempre se esconde algo bajo la alfombra o se oculta el cuchillo debajo del poncho.
En cada uno de los diferentes planteos, existe un aspecto que rara vez se toca: la visión de trascendencia y cómo esta podría influir en la recuperación económica e institucional a largo plazo de nuestro país. Entendamos que la trascendencia no solo se refiere a la capacidad de las personas para soñar con un futuro mejor, sino también a la capacidad de las instituciones y el gobierno para proyectar un país más sostenible, equitativo y competitivo.
Históricamente, las políticas económicas argentinas han estado marcadas por un enfoque cortoplacista. Gobiernos de distintos signos políticos se han visto obligados a tomar decisiones inmediatas para paliar crisis inminentes, como la inflación descontrolada o los déficits fiscales. Estas decisiones, aunque en ocasiones necesarias, tienden a dejar de lado el diseño de estrategias de largo plazo que podrían cambiar el rumbo del país de manera más permanente. La falta de planificación a futuro ha generado un círculo vicioso de ajustes, recesiones y escasas oportunidades de crecimiento sostenido. Por ejemplo, la actual apertura de indiscriminada de importaciones tiene por objetivo bajar la inflación, que parecería difícil que continúe disminuyendo, pero no tiene en cuenta el daño al empleo y al nivel de actividad económica que podría generar.
Este cortoplacismo no solo se ve en las políticas públicas, sino también en la conducta empresarial y ciudadana. Muchas empresas optan por inversiones seguras y de bajo riesgo, evitando innovar o expandirse por temor a la incertidumbre económica. Asimismo, las familias argentinas tienden a priorizar el consumo inmediato, relegando ahorros o inversiones a futuro.
Imaginemos una Argentina donde las políticas económicas no solo busquen resolver problemas urgentes, sino que también promuevan una visión de trascendencia. Esto implicaría fomentar la inversión en sectores estratégicos como la tecnología, la educación y la infraestructura sostenible. El desarrollo de industrias basadas en el conocimiento podría convertirse en una fuente de empleo y crecimiento estable a largo plazo.
Para que esta visión de trascendencia sea efectiva, el país necesita instituciones sólidas que generen confianza. La confianza es clave para que las empresas se animen a invertir y las familias a ahorrar e invertir en educación o vivienda. Por eso, la transparencia, el cumplimiento de las reglas y la estabilidad institucional son pilares indispensables. La seguridad jurídica y la previsibilidad económica darían un marco de certeza que permitiría tomar decisiones más arriesgadas y con vistas al futuro.
Sin embargo, no es solo un tema de políticas públicas o reformas económicas. El cambio debe ser también cultural. La visión de trascendencia requiere que las personas y las empresas piensen más allá del presente y proyecten un futuro en el que puedan prosperar. En este sentido, la educación juega un papel central. Fomentar una educación orientada al pensamiento crítico, la innovación y la responsabilidad social sería un primer paso para formar ciudadanos y líderes capaces de crear un país con mayor proyección. Las discusiones que observamos actualmente sobre la universidad pública, plagadas de violencia y de intencionalidad política, con vetustos discursos sobre autonomía y bellas palabras vacías de contenido práctico, son un enorme ejemplo de lo que tratamos de explicar al decir que falta visión de trascendencia.
Además, es necesario que el sector privado asuma un rol más activo. Los empresarios y emprendedores tienen el potencial de ser motores de cambio si se atreven a innovar y pensar en grande. Incentivar la creación de startups, el desarrollo de proyectos tecnológicos y el impulso de sectores productivos con valor agregado podría marcar la diferencia en una economía hoy golpeada, pero con gran potencial.
Es claro que Argentina enfrenta retos importantes, pero también tiene un gran potencial de recuperación. Con instituciones más sólidas, un enfoque en sectores clave y un cambio cultural hacia el pensamiento de largo plazo, el país podría comenzar a construir una economía más justa y equilibrada. Al final del camino, una visión de trascendencia no solo ayudaría a mejorar la economía, sino que también daría a los argentinos una nueva esperanza y sentido de pertenencia a un proyecto de país con futuro. Y ni hablar como se elevaría la discusión si se piensa en la vida después de la muerte y lo finita que es la vida presente para solo acumular bienes y poder a corto (cortísimo) plazo.
Esta mirada hacia adelante permitiría, finalmente, salir del ciclo de crisis recurrentes y mirar con optimismo el horizonte, sabiendo que las decisiones del presente están cimentando un país mejor para las generaciones futuras y dejando las discusiones de corto plazo, que llevan siempre con el cuchillo bajo el poncho.
#BuenaSaludFinanciera @ElcontadorB @GuilleBriggiler

Autor: 322944|
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