La gratuidad, evangélicamente, es "dar sin esperar nada a cambio", recuerda el Papa Francisco en su mensaje a los miembros del Encuentro con Instituciones y Organismos de ayuda a la Iglesia de América Latina y El Caribe, reunidos en Bogotá del 4 al 8 de marzo, difundido hoy por el Vaticano.
"Todo lo que tenemos pertenece a Dios o es prueba y prenda de su amor", escribe el pontífice: "Si perdemos esta conciencia de dar y también de recibir, distorsionamos su esencia y la nuestra. Como administradores atentos de Dios, nos convertimos en esclavos del dinero y, subyugados por el miedo a no tener, entregamos nuestro corazón al tesoro de la falsa seguridad económica, de la eficacia administrativa, del control, de una vida sin sobresaltos".
En su mensaje -dirigido al cardenal Robert Prevost, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL)- el Santo Padre plantea su reflexión a partir de dos dinámicas que aparentemente están en contraposición, es decir, la de los resultados y la de la gratuidad.
"Dios se entrega en medio de su pueblo", escribe el Papa, según el cual "nuestra donación no puede dejar de tener en cuenta esta verdad inevitable, que sabemos cierta también en nuestra historia personal y comunitaria".
"No evitemos, pues, a los ciegos, a los que quedan varados en el camino, cubiertos de lepra o de pobreza, más bien pidamos al Señor que podamos ver lo que les impide afrontar sus dificultades", advirtió Francisco. "La gratuidad significa imitar el modo en que Jesús se entrega por nosotros, su pueblo, siempre y totalmente, a pesar de nuestra pobreza. ¿Y por qué? Por amor", reiteró.
Porque, como diría Pascal, "el amor tiene razones que la razón no conoce", escribe el Papa, para luego citar la Primera Carta a los Corintios: "El amor es paciente, es benigno; no tiene envidia, no se jacta, no se envanece, no falta el respeto, no busca el propio interés, no se enoja, no tiene en cuenta el mal recibido, no disfruta de la injusticia, pero se complace con la verdad. Todo lo abarca, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".
"El amor no tiene agenda, no coloniza, pero se encarna, se hace uno de nosotros, mestizo, para hacer nuevas todas las cosas", señala Francisco: "Abrazar la cruz no es un signo de fracaso, no es tarea vana, es unirse a la misión de Jesús de llevar un mensaje feliz a los pobres, de proclamar la liberación a los presos y la vista a los ciegos; para liberar a los oprimidos".
"Es tocar concretamente la herida de ese hermano, de esa comunidad, que tiene un nombre, que tiene un valor infinito para Dios, para darle luz, fortalecer sus piernas, limpiar su miseria, ofrecerle la oportunidad de responder al proyecto de amor que el Señor tiene para él, pidiendo de rodillas que, al llegar allí, Jesús encuentre la fe en aquella tierra".
Antes de despedirse, el Papa encomendó los trabajos del Encuentro a la Santísima Virgen, "para que ella los guíe como a los servidores de las bodas de Caná, para que a todos llegue el vino nuevo que el Señor nos promete".