Culto Católico

"Donde hay demasiado yo, hay poco Dios"


El fariseo engreído y el publicano, que se detiene a distancia y pide perdón, son los protagonistas de la parábola evangélica comentada por el papa Francisco en el Ángelus.





El papa Francisco advirtió este domingo 23 de octubre, sobre "el orgullo espiritual que lleva al culto de sí mismo y a la aniquilación de Dios". En sus palabras previo al rezo de la oración mariana del Ángelus desde la ventada del Palacio Apostólico, el pontífice reflexionó sobre el pasaje del Evangelio de Lucas que narra la parábola evangélica del fariseo engreído y el publicado que ambos acuden al templo a rezar: "un hombre religioso y un pecador en toda regla".
Ambos, dijo el Papa, suben al templo, pero sólo el recaudador de impuestos "sube verdaderamente a Dios", porque se presenta humildemente en la verdad de sí mismo.
Francisco observó que el verbo subir aparece en muchos episodios de la Biblia, recuerda a Abraham y Moisés que suben al monte al encuentro del Señor, y al mismo Jesús que vive la experiencia de la transfiguración en el monte.
"Ascender, por tanto, expresa la necesidad del corazón de romper con la vida plana para salir al encuentro del Señor; levantarnos de las llanuras de nuestro ser para elevarnos hacia Dios; liberarnos de nosotros mismos, para recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor, esto es subir y cuando oramos subimos", dijo el Papa.
Pero luego está el segundo movimiento, bajar: para vivir el encuentro con Dios, afirma Francisco, es necesario "bajar en nosotros", y mirar con honestidad "nuestras fragilidades y pobrezas".
En efecto, en la humildad nos volvemos capaces de llevar a Dios, sin pretensiones, lo que somos, los límites y las heridas, los pecados y las miserias que oprimen nuestro corazón, e invocar su misericordia para que nos sane. Él será quien nos levante de nuevo, no nosotros. Cuanto más descendemos con humildad, más Dios nos hace subir.





El orgullo espiritual pone el yo en el lugar de Dios





Francisco sigue describiendo la diferente actitud interior de los dos protagonistas de la parábola: el recaudador de impuestos "pide perdón", el fariseo está "convencido de que está en orden", se sitúa en el centro, comienza a elogiarse mientras desprecia a los demás. Es el orgullo espiritual que, subraya el Papa, lleva al culto de sí mismo y a la aniquilación de Dios, dos actitudes que "nos preocupan de cerca".
"Pensando en ellos, invitó el Santo Padre, nos miramos a nosotros mismos: comprobamos si en nosotros, como en el fariseo, existe 'la íntima presunción de ser justos' que nos lleva a despreciar a los demás. Sucede, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y hacemos siempre la lista de nuestros méritos y la lista de nuestras buenas obras, cuando nos preocupamos por parecer en lugar de ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo".
"Donde hay mucho yo, hay poco Dios", subrayó el Papa y concluye mirando a la Virgen María en la que Dios muestra lo que "ama hacer": derrocar a los poderosos de sus tronos y levantar a los humildes.


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