En los últimos años en Argentina principalmente, pero en el mundo también, la relación entre el dinero y los gobiernos ha sido objeto de debate. Un mundo que se había curado de la inflación, con el parate económico de la pandemia, volvió a emitir moneda y motorizó nuevamente la inflación, el endeudamiento y con esto inestabilidad política. En nuestro país esto determinó un cambio de rumbo sin parangón, que profundizando el mismo podríamos proponer la separación del dinero de la administración estatal como un paso crucial hacia una mayor estabilidad económica. Con este enfoque queremos sugerir que los gobiernos no deberían tener el control directo sobre la creación y gestión del dinero, para así evitar influencias políticas en decisiones clave que afectan la vida de millones de personas.
Uno de los principales problemas de que el dinero esté bajo el control directo del Estado es la tentación de utilizarlo como herramienta política, sobre todo en tiempos de crisis. La emisión de dinero por parte de los gobiernos para financiar déficits fiscales genera inflación, reduciendo el poder adquisitivo de los ciudadanos. Al separar la creación y gestión del dinero del poder político, es posible lograr un sistema financiero menos propenso a la manipulación, contribuyendo a una mayor estabilidad de precios.
Por ejemplo, los bancos centrales independientes que no responden a la influencia política directa han demostrado ser más eficaces en el control de la inflación. Instituciones como el Banco Central Europeo o la Reserva Federal en Estados Unidos se guían por reglas económicas y objetivos de estabilidad a largo plazo, en lugar de por agendas electorales.
Cuando los gobiernos controlan el dinero, el riesgo de recurrir a la emisión monetaria para cubrir déficits fiscales es elevado. Esta práctica puede provocar ciclos de gasto público descontrolado, generando deuda y crisis económicas. La separación del dinero del gobierno actúa como un freno a estas políticas de gasto irresponsable, ya que los líderes políticos no podrían financiar programas insostenibles simplemente imprimiendo dinero. Venezuela y Argentina son ejemplos patentes de casos extremos donde, las crisis inflacionarias han devastado la economía y empobrecido a la población.
La separación entre el Estado y la creación de dinero refuerza la confianza de los ciudadanos y los mercados en el sistema financiero. Al eliminar la posibilidad de que el gobierno utilice el dinero como herramienta política, se envía una señal clara de que las decisiones financieras están basadas en principios económicos sólidos y no en la coyuntura electoral.
Este tipo de independencia también puede ser esencial para atraer inversión extranjera. Los inversores tienden a preferir economías donde las reglas financieras son claras, transparentes y menos susceptibles a cambios drásticos por razones políticas o devaluaciones. En consecuencia, un sistema monetario independiente puede fomentar un entorno más predecible y seguro para el comercio y la inversión.
Otra forma de separar el Estado de la moneda es a través de la tecnología blockchain. Esta tecnología y las criptomonedas ofrecen una alternativa clara a los sistemas financieros centralizados. Bitcoin, por ejemplo, fue concebido como un sistema financiero independiente, fuera del control de los gobiernos y los bancos centrales. Las criptomonedas no solo presentan una innovación tecnológica, sino también un modelo donde el dinero está completamente separado de la administración del Estado.
Además, las transacciones con criptomonedas son resistentes a la censura, pueden realizarse sin fronteras y eliminan la intervención estatal en los contratos financieros mediante contratos inteligentes. Al no depender de políticas monetarias que puedan ser manipuladas, las criptomonedas ofrecen una alternativa global al dinero tradicional, aunque siguen enfrentando desafíos regulatorios en varios países, principalmente por desconocimientos de las mismas.
Si bien estas nuevas formas de dinero aún enfrentan retos en términos de regulación y adopción masiva, representan una tendencia hacia la desintermediación de los sistemas tradicionales. En un futuro cercano, es posible que más ciudadanos opten por monedas que no dependan de las decisiones de un gobierno o de la política monetaria centralizada.
La separación del dinero de la administración del Estado presenta numerosas ventajas que van desde la estabilidad económica y el control de la inflación, hasta la promoción de la confianza en el sistema financiero y la protección contra crisis políticas. A medida que las economías enfrentan nuevos desafíos, desde la globalización hasta las innovaciones tecnológicas, es crucial repensar la relación entre el poder político y el sistema monetario. La independencia del dinero puede ser un camino hacia una economía más justa, estable y eficiente. Dinero y Estado, asuntos separados.
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