La tensión domina el ambiente en la cancha central del All England. Se llevan jugadas más de cuatro horas de la final. Chris Christensen, la promesa americana, saca 5-6 y 30-40 en el quinto set. Match-point en contra. Su zurdo rival llega exigido a un par de tiros, pero alcanza a ejecutar dos globos seguidos. El segundo smash, forzado, explota en la red y Christensen se toma la cabeza. Su sueño queda trunco. Enfrente, el flamante campeón de Wimbledon inicia una carrera con la sonrisa dibujada en el rostro y pega un salto a la eternidad. La vincha, el pelo largo, la remera, lo hacen inconfundible. ¡Es Guillermo Vilas!, el mejor tenista argentino de la historia celebra en la Catedral. Un triunfo de todos los tiempos. Único.
Parece un sueño. Pero no lo es. O en todo caso tiene otro formato. Lo cierto es que no ocurrió en la realidad, sino en la ficción. En la enorme carrera de Vilas, que incluyó 62 títulos, cuatro de ellos de Grand Slam, Wimbledon se transformo en una obsesión. En 1977 se preparo de manera especial y los resultados fueron extraordinarios. Gano Roland Garros y el US Open, cuando se jugaba sobre arcilla en Forest Hills, venciendo a Jimmy Connors en la final, se coronó en 16 torneos y se mantuvo invicto durante 46 partidos. Pero no pudo jugar bien en La Catedral, y perdió en tercera ronda.
Su primera vez en Wimbledon fue en 1970, donde cierta vez, dolido por una derrota impensada, declaro que "El pasto es para las vacas". Aunque muchos le asignaron la autoría de la original frase que para los británicos sonaba a irreverencia, en realidad Vilas la había tomado del español Manuel Santana, campeón en 1966. Ese día, en la conferencia de prensa, Manolo confesó: "Pensar que cuando yo veía todo este verde me decía 'qué buen alimento para las vacas'. Y ahora pienso tan distinto...". La gloria también cambia ideas, asegura Claudio Cerviño en el Diario La Nación.
En 1994, Vilas contó en una entrevista que, cuando no podía ganar un gran torneo, fue a ver a una bruja que le dijo: "Vas a ganar todos los Grand Slams menos uno. Veo algo extraño con Wimbledon". Seguramente esto generó un desafío interno en Guillermo, que era tremendamente obstinado, profesional y perfeccionista. Se esforzó de tal manera que pudo jugar razonablemente bien sobre césped. Tanto que, a los 22 años, ganó el Masters en la hierba del mítico estadio "Kooyong", en Melbourne, Australia. Fue en 1974, ante el talentoso rumano Illie Nastase, campeón del US Open 72 y de Roland Garros 73. Y también registra, en el mismo estadio, dos conquistas en el primer Grand Slam de cada temporada. Por esos años, el Abierto de Australia se iniciaba en Navidad y terminaba durante la primera semana de enero. Vilas se preparaba durante un mes y se amoldaba criteriosamente al césped, que requiere de cambios de ejecución en los golpes y en los desplazamientos. Ganó la final del 78 sobre el australiano John Marks y la del 79 al norteamericano John Sadri. Ya en 1988, el Open pasó a jugarse en el complejo Melbourne Park, sobre cemento.
Pero su problema era Wimbledon. Participó en 11 ocasiones y en cinco de ellas fue eliminado en el debut. Sus mejores resultados los consiguió en 1975 y en 1976, cuando alcanzó los cuartos de final y fue derrotado por Roscoe Tanner (6-2 en el quinto), un tremendo sacador de esa época, y por Björn Borg en tres sets, como preludio del primero de los cinco títulos que lograría el "Hombre de Hielo" sueco en el All England. Ni en el mágico 1977, en que salió como tercer preclasificado, logró el resultado que esperaba. Semanas después de ganar Roland Garros con un nivel superlativo, el estadounidense Billy Martin lo derroto en Londres por 6-2, 6-4 y 6-2 en la tercera rueda.
Vilas, que fue autor de dos libros de poemas y también cantante de techno-house y de rock, en 1978 se convirtió en actor. Y lo hizo con dos particularidades, actuó de sí mismo y lo hizo para ganar Wimbledon. Un sueño cumplido, al menos en la ficción. La película fue dirigida por el británico Anthony Harvey, y protagonizada por Dean Paul Martin, hijo del famosísimo actor del mismo nombre, y Ali Mac Graw.
El viernes 7 de julio de 1978, en la cancha central del All England Lawn Tennis and Croquet Club, Martina Navratilova derrotó a Chris Evert por 2/6, 6/4 y 7/5 para conseguir en Wimbledon el primero de sus 18 títulos de Grand Slam. Y lo hizo ante 15.000 espectadores que, terminada la ceremonia de premiación, se quedaron convertidos en extras de la película "Players". De golpe aparecieron cámaras, asistentes, megáfonos, indicaciones del director... La cancha central devenida en set de filmación.
La película cuenta la historia de una joven promesa del tenis mundial, que se enamora de una mujer diez años mayor que él, quien está en pareja con un millonario. Vilas, como se dijo, se personifica a sí mismo. Chris Christensen (Dean Martin) llega a Londres junto a su entrenador (el ex tenista "Pancho" González) con ilusiones de hacer un gran papel en la catedral. El protagonista va superando rondas, dejando en el camino a profesionales del tenis como el rumano Illie Nastase, un muy joven John McEnroe (EE.UU), el británico John Loyd y al indio Vijay Amritraj (quien años más tarde participó de una de las películas de la saga de James Bond).
En el vestuario, Christensen espera ansioso que el reloj de pared marque las 14:00 hs. Está por jugar el partido de su vida. Enfrente, el mejor de todos: Guillermo Vilas (que también está por disputar la final que siempre soñó). Se miran. Analizan sus movimientos. Lucen nerviosos como si en realidad estuvieran ante un partido real. Los vienen a buscar. Un asistente lleva sus raquetas. Ingresan y el público estalla.
El argentino gana los dos primeros sets. Christensen reacciona y se lleva los dos siguientes. En el quinto, Vilas luce más entero. Su rival está como perdido hasta que en un cambio de lado mira hacia el sector donde se ubica su coach y allí la ve a Nicole, su gran amor. Una escena con puntos de conexión con un film más contemporáneo, de 2004: "Wimbledon", donde Peter Colt (Paul Bettany) gana el torneo ayudado por su pareja, la campeona Lizzy Bradbury, interpretada por Kirsten Dunst.
Finalmente, Guillermo lo hace. En "Players" consigue el Grand Slam que nunca ganó en la realidad. La película se estrenó el 8 de junio de 1979 en salas estadounidenses. Un film que generó más de 7 millones de dólares en taquilla, pero que no alcanzó gran suceso. De hecho, ni siquiera llegó a verse en Argentina, a pesar de tener a un prócer deportivo como protagonista secundario, y en su momento de esplendor.
En la escena del final del match, le preguntan al campeón: "¿Qué hace a Wimbledon diferente?". Guillermo sonríe y responde: "La magia". Esa que nunca pudo disfrutar plenamente. Y aunque no necesitaba ser campeón en "La Catedral" para convertirse en el más grande de la historia de Argentina, en su interior siempre lo anheló. El cine hizo justicia con su grandeza.