Fue uno de los primeros políticos que sostuvo una postura industrial para la Argentina, en una época en que el negocio del país era exclusivamente la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados.
Carlos Pellegrini, el precursor de las ideas industrialistas en Argentina y el presidente que tuvo que afrontar la crisis de 1890, nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1846, durante los últimos años del período rosista. Era hijo de María Evans y del ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, que había llegado al país desde Italia en 1828 contratado por el presidente Rivadavia para la realización de obras del puerto de Buenos Aires.
Pellegrini aprendió a leer y a escribir y los primeros rudimentos del francés y del inglés en su casa, donde tuvo como maestros a sus padres. A los ocho años ingresó a la escuela de su tía Ana Evans, donde continuó sus estudios y el aprendizaje de idiomas que dejará su huella en la forma de hablar de Pellegrini y le valdrán entre sus compañeros del Colegio Nacional de Buenos Aires el apodo de «el gringo».
En 1863, ingresó a la Facultad de Derecho pero a los dos años dejará sus estudios para incorporarse al ejército y combatir en la Guerra del Paraguay. Allí tuvo una actuación destacada en la batalla de Tuyutí y en otros combates hasta que cayó enfermo y debió abandonar definitivamente el frente de batalla.
De regreso a Buenos Aires y recuperado de sus afecciones, ingresó como periodista al recién fundado diario La Prensa y pudo terminar sus estudios de derecho. Su tesis de graduación fue El derecho electoral, en la que criticaba el sistema vigente y proponía una campaña de educación cívica. Decía en uno de sus párrafos: «La protección del gobierno es necesaria para el desarrollo industrial de la República Argentina». Con su flamante título se incorporó a la administración estatal con el cargo de Subsecretario del Ministerio de Hacienda
En 1871, mientras la fiebre amarilla se abatía sobre Buenos Aires, Pellegrini se casó con Carolina Lagos García, la compañera de toda su vida, con quien no tendrá hijos. Al año siguiente comenzó su carrera política al ser electo legislador provincial en Buenos Aires. En 1873 llegó al Congreso como diputado nacional; allí completará un período de seis años en los que se destacará por su excelente oratoria y su claridad de conceptos. Su colega José Manuel Estrada reconocía los méritos de su opositor al decirle a un colega en plena sesión: «si usted no me entiende, le pediré al diputado Pellegrini que se lo aclare como él solo sabe hacerlo».
En el Parlamento, se manifestó partidario de la libertad de enseñanza poniendo como ejemplo, al igual que Sarmiento, al modelo norteamericano. Durante los debates producidos en 1875 en torno al liberalismo o el proteccionismo, se mostró como un vehemente partidario de la adopción por parte del estado de políticas de protección de la incipiente industria nacional y fue uno de los promotores de la fundación del Club Industrial.
Dijo, entonces, en uno de sus discursos parlamentarios: «Si el libre cambio desarrolla la industria que ha adquirido cierto vigor y le permite alcanzar todo el esplendor posible, el libre cambio mata la industria naciente. La agricultura y la ganadería son dos grandes industrias fundamentales; pero ninguna nación de la tierra ha alcanzado la cumbre de su desarrollo económico con solo estas industrias. Las industrias que las han llevado al máximun de poder son las industrias fabril, y la industria fabril es la primera en mérito y la última que se alcanza, porque ella es la más alta expresión del progreso industrial».