Por : María Zaldívar. Murió Hebe de Bonafini, fundadora del movimiento Madres de Plaza de Mayo, una organización que nació en 1977 con el fin de denunciar la desaparición de personas ocurridas durante los años de guerra antisubversiva que se desarrollaron en la Argentina.
El kirchnerismo es tan falaz que, por estas horas, está en duda la fecha de su muerte porque, según trascendidos, habría coincidido con el día en que Cristina Fernández de Kirchner eligió para volver a las apariciones públicas en un multitudinario acto organizado por sus seguidores y cuya centralidad no hubiese querido compartir con aquella noticia; haya sucedido un día u otro, la irregularidad nunca será desentrañada pero evidencia la capacidad del kirchnerismo para manipular los hechos.
El inicio de la etapa más sangrienta del Siglo XX en la Argentina tiene como responsables a varios movimientos guerrilleros: Montoneros, Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Ejército Revolucionario de Pueblo (ERP), Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y otros de menor tamaño pero idéntica crueldad. Iniciaron sus acciones con el secuestro y posterior asesinato del general de Ejército Pedro Eugenio Aramburu, a quien sacaron de su casa engañado, mantuvieron en la clandestinidad y asesinaron en cautiverio. Desde aquel episodio, la ola de violencia no se detuvo. El terrorismo argentino, adiestrado en Cuba y Libia, puso bombas en la vía pública, tomó por asalto unidades militares, secuestró civiles y militares, pidió rescates millonarios para costear sus operaciones, asesinó miles de personas y sembró el terror en la sociedad toda. En síntesis, el accionar de la guerrilla disparó una verdadera guerra interna que obligó al estado argentino a salir en defensa de la población civil
Según informes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, que fueron quienes enfrentaron el ataque terrorista, el número de atentados guerrilleros supera los 21.000, dato ratificado posteriormente por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En ese contexto, el objetivo de Bonafini fue mutando hasta transformarse, ella y su organización, en divulgadoras de la ideología de sus hijos. Pasados los años de sangre y violencia, con el decidido respaldo del kirchnerismo y el silencio cobarde del resto del arco político argentino, Madres de Plaza de Mayo se transformó en un emblema de la defensa de los derechos humanos.
Sin embargo, en la práctica, ese sello fue un pasaporte de impunidad. Durante las últimas décadas, Bonafini apoyó abiertamente las dictaduras de izquierda en todo el planeta. Se abrazó con Fidel Castro y reconoció que sus hijos fueron entrenados en Cuba. Admiró públicamente a Hugo Chávez; festejó el atentado en las Torres Gemelas de Nueva York y la muerte de 2.300 personas en ese episodio; apoyó al estado terrorista de Irán, a la narco-guerrilla de las FARC en Colombia (de la cual recibió financiamiento ilegal), a la guerrilla mexicana alineada con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a Al Qaeda y a la ETA en España; intercedió frente al gobierno argentino para evitar la extradición del terrorista vasco Jesús Lariz Iriondo, acusado por el juez Baltasar Garzón de pertenecer a la organización terrorista ETA; magistrado que fuera destituido años más tarde por el delito de prevaricato y que aterrizó en la función pública argentina asesorando al kirchnerismo casualmente en temas de derechos humanos.
La ONG Madres de Plaza de Mayo también dio cobijo a Sergio Schocklender, un parricida condenado por el asesinato de sus padres, y lo convirtió en apoderado y socio en el emprendimiento Sueños Compartidos, supuestamente dedicado a la construcción de viviendas con el que Bonafini se enriqueció ilícitamente al punto de ser procesada por la Justicia. Cientos de casas quedaron abandonadas a medio construir y los fondos desaparecieron, tantos los pagos hechos por los particulares que compraron de buena fe, como los aportes que recibió del Estado Argentino.
Un informe sobre el Programa Sueños Compartidos, elaborado por la Auditoría General de la Nación (AGN) detalló serias irregularidades: en las construcciones, en el pago de las cargas sociales de los obreros (a quienes retenían parte del sueldo pero no hacían los depósitos correspondientes), en el manejo del dinero donde quedó en evidencia la absoluta falta de controles, por lo que se detectaron abultados sobreprecios en las viviendas. El organismo de control de la Ciudad de Buenos Aires había señalado con anterioridad al informe de la AGN que el metro cuadrado de esas casas sociales era más caro que el de las lujosas.
La trayectoria de la organización de Madres de Plaza de Mayo está teñida de impunidad. Con más fondos públicos, abrió una universidad que, en la realidad, es un centro de adoctrinamiento marxista en el que, con independencia de la carrera que se curse, se estudian Formación Política, Educación Popular y Lectura de El Capital, de Karl Marx. "Esta universidad será el sueño más grande. Es el camino para la revolución que soñaron nuestros hijos", dijo Bonafini en el acto inaugural, el 6 de abril de 2000 en el concluyó haciendo votos para que el emprendimiento "sirva de inspiración para las próximas luchas populares argentinas". Y efectivamente lo fue, ya que en ese antro se reclutaron guerrilleros para el ejército zapatista y para las Farc, según testimonio del propio Schocklender.
La organización también recibió un espacio en el canal de televisión estatal que utilizó para la divulgación de su proyecto político, reclamar la renuncia de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, criticar periodistas y opositores, abundar en propaganda sobre sus aliados políticos y convocar a la acción directa, lo que la organización describe como "pueblada", contra el orden establecido como forma de cambiar el estado de cosas y amedrentar.
Nada del derrotero de Madres de Plaza de Mayo de los últimos cuarenta años tiene que ver con la defensa de los derechos humanos, sino con la difusión del terrorismo internacional y del comunismo, una ideología que ha matado millones de personas alrededor del mundo. El germen inicial de su reclamo fue desnaturalizado por su reprochable conducta posterior. De hecho hoy no es sino un desdibujado brazo propagandístico del kirchnerismo que languidece dejando al desnudo su inocultable connivencia con el terrorismo y la corrupción.