Convivir en paz consiste en aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y apreciar a los demás, así como vivir de forma pacífica y unida. Se trata de un proceso positivo, dinámico y participativo en el que se promueva el diálogo y se solucionen los conflictos en un espíritu de entendimiento y cooperación mutuos.
El sociólogo Johan Galtung definía a la paz como “condición o estado social y humano que se evidencia en los modos de resolver los conflictos”. Para este destacado investigador noruego la paz no sólo es ausencia de guerra.
Así, en las últimas décadas, el desarrollo de nuevas teorías sobre la paz y los conflictos aportaron una concepción del ser humano que es capaz de ser protagonista en la resolución de situaciones difíciles, tomar decisiones y ser responsable de éstas y sus consecuencias. Estas consideraciones permiten posicionarse positivamente ante la conflictividad social y la familiar en particular, en las que pareciera ser que sólo hay adversarios en uno u otro lado y donde los objetivos de uno son incompatibles con los del otro.
En algunas situaciones esto puede deberse a percepciones erróneas sobre las necesidades que tienen las personas. También a la falta de una adecuada comunicación que permita tender puentes y encontrar los puntos comunes y coincidentes que faciliten generar acuerdos. Dificultades que se acrecientan con la velocidad de vértigo con que se viven las relaciones hoy.
Y en lugar de propiciar conflictos o alentar a que los mismos escalen judicializándolos, es necesario brindar herramientas que colaboren con la construcción de pactos, que favorezcan la generación de la paz y su vivencia, especialmente en los ámbitos familiares.
La conflictividad intrafamiliar deviene, en muchos de los casos, en violencia entre sus miembros, principalmente en los más vulnerables: niños, niñas y adolescentes, adultos mayores, personas con discapacidad y mujeres.
Desarrollar estrategias y políticas públicas familiares que prioricen el cuidado de las relaciones interpersonales es clave. La alianza de todos los miembros de la familia, aún en el desacuerdo, da sentido a la misma. De lo contrario, permaneciendo en la lucha, tratando de imponerse unos sobre los demás integrantes, harán que termine a la deriva.
Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 se plantea que “las personas deben poder participar en el proceso de adopción de las decisiones que afectan a sus vidas. Y la resolución pacífica de las controversias. Erradicando la violencia en todas sus formas”.
Por este motivo, debemos comprometernos a asumir un rol protagónico respecto del conflicto, haciendo prevalecer la cooperación por sobre la competencia, las soluciones integradoras por sobre las distributivas, y comprendiendo que la construcción de una cultura de paz es más saludable que permanecer en la controversia.
Siguiendo a Thomson podemos afirmar que la paz nunca se logrará con pasividad y quietismo, todo lo contrario, tiene que ser creada, con el fin de ser mantenida. Sí, es una ardua tarea y de cada uno de nosotros depende; hagámoslo, es posible y vale la pena.
*El autor es profesor de la Licenciatura en Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.*