18.00 Abu Ibrahim al-Hashimi prefirió inmolarse antes que convertirse en rehén del imperio.
En esta ocasión las tropas de elite de Estados Unidos no se llevarían el cuerpo, o lo que quedaba del cuerpo, de Amir Mohamed Said Abderraman al-Mawla, más conocido como Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi. El líder del Daesh, o del autodenominado Estado Islámico, prefirió inmolarse antes que convertirse en rehén del imperio. Su última voluntad fue esa, reventar por decisión propia y hacer saltar por los aires a su mujer y a su hijo. El recuerdo imaginado del cadáver de Osama Bin Laden, arrojado, presuntamente, al mar Arábigo desde un buque de bandera estadounidense, no formaría parte de su biografía. Morir matando era, además, un premio al arrojo y la puerta grande al cielo del islam.
Los 24 soldados estadounidenses que participaron de la operación lograron recuperar un puñado de dedos del terrorista más buscado de los últimos tiempos. Registraron sus huellas dactilares para la posteridad y para que Joe Biden y Kamala Harris, que seguían toda la intervención desde la sala de crisis, se quedaran satisfechos. El ministro de Defensa, Lloyd Austin y el Jefe del estado Mayor Conjunto, Mark Milley seguían también cada paso de la operación a miles de kilómetros de Atmeh, en la provincia noroccidental siria del Idlib, donde sucedía todo..
El ataque había logrado la luz verde de la Casa Blanca el martes. En diciembre Joe Biden ya conocía la situación. Como con la captura de Bin Laden en 2011, todo estaba previsto para que el enfrentamiento fuera cuerpo a cuerpo. Al menos, ese era el plan aunque sabían que era más que probable que el terrorista eligiera presionar el detonador antes que dejar que le atraparan con vida. Tiempo iba a tener. Ingenieros militares analizaron la estructura del bloque de viviendas y llegaron a la conclusión de que, en ese caso, resistiría. Si se desplomaba, todos morirían.
Por megafonía la unidad de elite estadounidense alertó a los ocupantes de ese espacio donde se escondía Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi. El presidente no quería bajas entre civiles si podía evitarse. The New York Times relataba la secuencia y recordaba que Biden había instado a ejecutar la operación con «fuerzas especiales» en lugar «de lanzar un ataque aéreo». En Atmeh, a la una y diez de la madrugada del miércoles al jueves, los helicópteros Black Hawks, los drones Reaper y los aviones de combate sobrevolaban el pequeño pueblo sirio a pocos kilómetros de la frontera con Turquía.
En los alrededores del pueblo, entre los olivares, de los Black Hawks descendieron las tropas, rodearon el bloque y comenzó a escucharse la voz del traductor en los altavoces. «La zona está rodeada por tierra y mar… Si hay niños, entréguenlos… Todos estarán a salvo si se rinden. Los que se queden, morirán». Un hombre transmitía el mensaje a los vecinos que ocupaban las tres plantas del bloque. La familia que ocupaba el primer piso salió con los brazos en alto. Entre ellos había ocho menores. Todos fueron traslados lejos de la escena de guerra que estaba a punto de estallar. Abu-mar, el vecino que confío los detalles a The New York Times recordaba la insistencia del traductor al dirigirse a la casa: «Sal, mujer y deja que los niños tengan una oportunidad de vivir».
En la tercera planta debía dormir, nunca descansaba, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi. El líder de Daesh llevaba tiempo preparado para esto. Estaba rodeado y no tenía escapatoria. No hubo testigos del momento pero la escena no debió ser muy diferente a las registradas en ocasiones similares. Como en un encuadre de La noche más oscura o de Homeland, aquel hombre de escaso cabello y con aspecto occidental debió encomendar su alma, y la de su familia, a Alá.
Aún se desconoce la identidad de su segundo, el que le había acompañado y que habitada la segunda planta del bloque. Era su lugarteniente, el encargado de transmitir al Daesh sus mensajes cifrados para evitar que fueran interceptados. El y la mujer que le acompañaba sintieron temblar los cimientos. Fusil en mano la pareja comenzó a disparar contra los soldados. En el fuego cruzado cayeron los dos y un niño. Con otros cuatro pequeños habían sido utilizados como escudos humanos. Sólo se salvaron los últimos.
La operación se prolongó por casi dos horas. El balance final arrojaba, hasta donde se sabe, la cifra de trece muertos. Entre ellos, seis niños. No se facilitó información del material incautado porque, pese a la explosión, algo debió quedar.
La retirada fue diferente al ataque. Uno de los helicópteros fue bombardeado por las fuerzas estadounidenses. La versión oficial que recogen los medios estadounidenses afirma que el aparato sufrió un fallo mecánico. Dejarlo en manos del enemigo no era una opción.
Posiblemente, con el tiempo, se conozcan nuevos detalles y se sepa el nombre con el que se bautizó la operación, un misterio todavía.
Joe Biden se mostró satisfecho: «Las fuerzas militares de Estados Unidos eliminaron con éxito una importante amenaza terrorista para el mundo». Y mando un aviso para los terroristas: «Los encontraremos». (El Debate)