Opinión

Anécdotas del primer tiempo

Ante la realidad de lo desconocido, de aquello que se soñó muy lejos, con geografía montañosa y larga historia heredada, los primeros colonos se fueron encontrando con espacios desmesurados, con promesas sin confirmar, con la imposibilidad de volver atrás. La zona próxima a Santa Fe, Esperanza, Humboldt, Grütly, San Carlos, Pilar y otras estaba totalmente parcelada, por lo que había que buscar más hacia el oeste. Así cuentan sus experiencias algunos de los precursores.
Pascual Brusco
El periódico Santa Fe publicó en 1932 una entrevista a Pascual Brusco, quien le contestaba al periodista: "Mire… ya estoy un poco viejo y no recuerdo bien, pero sí recuerdo que yo he venido a estas tierras en 1878; estuve en Pilar, Santa María y Susana; después me vine para Rafaela en 1882. ¿Sabe cómo vine? Desde Susana en una chata tirada por tres caballos y dos bueyes como punteros. En la chata venía yo con un plano de la colonia y un milico como compañero, que tenía el encargo de ubicarme en el terreno, que había comprado en $ 1.200. Tomé posesión del lote y con unos postes, barro y paja me hice una choza donde viví un tiempo agregándole de a poco alguna otra pieza. A los tres años -sigue contando Brusco- amorticé mi deuda y fui comprando dos concesiones más. También empecé a construir mi casa, esta vez de ladrillos y con un buen techo. Allí, nacieron mis diez hijos".
El periodista consultó luego si, al llegar, ya había otras personas en el lugar, a lo que respondió: "Sí, señor periodista, recuerdo a tres de ellos, un tal Zanetti y señora, que tenían un boliche, y un señor Viotti, que era herrero. Después fue llegando más gente. Antes de que me olvide -sigue diciendo Brusco- mi primera cosecha de trigo fue muy abundante, la tierra fue muy generosa con los que recién llegábamos, eso me permitió progresar hasta colocarme en una situación económica llevadera".
Pascual Brusco falleció el 2 de septiembre de 1933 a los 78 años.
El error de Francisco
Francisco Beltramino compró tierras en Rafaela, pero se equivocó de lugar. Se decía en ese tiempo que el ferrocarril pasaría por Susana, así que Francisco prefería tener su campo cerca de la estación del ferrocarril. Guillermo Lehmann le vendió, en cambio, tierras al sudeste de Rafaela, a una legua y media de donde estaría la estación del ferrocarril Mitre, cuya traza se estaba gestionando. Francisco protestó por el cambio, pero Lehmann lo convenció de que con el tiempo le daría la razón por su conveniencia.
El empresario organizó una visita a los terrenos de la nueva colonización. El resultado fue negativo, ya que encontraron un desierto que combinaba la soledad con lo agreste del lugar. Decepcionados, tiraron al azar unas semillas de melones, zapallos y maíz, casi con desprecio, regresando luego en sus carros a los lugares desde donde habían venido. Un año después, los colonos volvieron para ver lo que -según Lehmann- había respondido la tierra. Lo que encontraron les sorprendió: las semillas arrojadas al voleo habían producido frutos grandes y abundantes. El pesimismo se había convertido en esperanza.
Blas y su hermano
Blas Olivero, ya en su vejez, apoyado en su bastón, solía recordar cuando trabajaba en Esperanza, en el molino de Tizier. Él apartaba el afrechillo especial destinado a la destilería de Guillermo Lehmann, que por entonces fabricaba caña. Blas, en sociedad con su hermano, compraron terrenos en Rafaela. Al poco tiempo, Blas no logró convencer a su hermano, de modo que vendió sus cuatro concesiones de la sociedad y compró ocho para su exclusiva explotación, a $ 250 cada una; en ese momento debían pagarse $ 30 adicionales cuando la concesión "tocaba" la plaza, para gastos de escritura. El hermano de Blas no quiso afrontar ese gasto, por lo cual la sociedad fraterna quedó disuelta.
José, el jinete prolífico
José Buffa fue uno de los primeros colonos; adquirió tierras en la zona que después fue el Parque Vivero Municipal, Villa Podio. Se casó con Inés Lorenzatti y tuvieron once hijos, ocho mujeres y tres varones. Enviudó en 1890. Volvió a casarse, esta vez con Teresa Bossana viuda de Rossa: con ella tuvo cinco hijos, tres varones y dos mujeres. Durante la epidemia de cólera, cedió un galpón para internación y aislamiento de afectados. No era raro que su esposa haya estado encinta, por lo cual debió alojarse en una chacra vecina.
Un episodio que circuló dándole veracidad lo ubica a José Buffa yendo a buscar leña a un monte cercano. Cuando estaba en esa tarea, vio acercarse un grupo de aborígenes en actitud amenazante; José saltó sobre su caballo y emprendió una carrera en la que debieron esquivar matorrales, saltar hondonadas y cualquier obstáculo. Así, llegó al poblado y salvó el pellejo. A partir de ese día, brindó un especial cuidado al caballo que le salvó la vida, hasta que el equino murió de viejo.
Buffa, como agricultor, fue el primer colono rafaelino en sembrar maíz. Una manga de langostas puso en peligro el resultado, pero, gracias a la intervención del ejército, que instaló chapas en los bordes del potrero y quemó a las saltonas con lanzallamas, pudo salvar la cosecha.
No todo fueron flores en los primeros tiempos de la colonia. No conocieron la cobardía ni ahorraron esfuerzos, por eso disfrutaron los resultados.

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