Opinión

Alcides Suppo, vida comprometida


Por Alcides Castagno - En la primera parte nos encontramos con Alcides Suppo, sacerdote católico, nacido en Saguier, apasionado por la lectura y la formación autodidacta en la infancia y adolescencia, sus nueve años de preparación para el sacerdocio en el seminario de Guadalupe y, ya ordenado, las primeras misiones en Villa Minetti, Ceres, Tostado y la secretaría del obispado de Rafaela, gobernado entonces por monseñor Antonio Brasca. Su relato continúa.





Tiempos violentos





"Eran los años setenta, tiempos violentos, donde todos estábamos rigurosamente vigilados. Monseñor Brasca enfermó y falleció; fue sustituido por Monseñor Jorge Casaretto, cuyo nombramiento fue resistido, porque estaba relacionado con grupos de jóvenes, algunos de los cuales estaban detenidos y otros sospechosos; su venida a Rafaela en cierto modo me salvó, porque yo estaba muy comprometido con la gestión de Monseñor Brasca. Aquí hubo chicos presos, suicidados, asesinados. En ese momento habían detenido a un chico de apellido Suppo, hermano de Silvia, la que fue asesinada tiempo después; ellos tienen mi apellido, pero no son parientes, aunque sí yo era amigo del papá, que era zapatero; un día vino a decirme que su hijo estaba amenazado de muerte. El obispo había viajado al norte así que fuimos a buscarlo, ubicamos al chico con sus abuelos en Pilar; convinimos en que había que sacarlo antes de que lo maten, lo vestimos de cura y lo llevamos a Buenos Aires, desde donde pasó a Brasil. Quedaba pendiente mi situación, que se hacía cada vez más insostenible porque alguien había denunciado mi intervención con la situación de ese chico Suppo, así que, por medio del obispo y del nuncio Pio Laghi, en muy poco tiempo me vi dentro de un avión con destino a Italia. Allí aproveché para estudiar teología espiritual con los Carmelitas y ejercer mi ministerio sacerdotal en una parroquia, dispuesto a volver cuando mi obispo lo dijera; ya lo había aprendido desde chico en el campo: obedecer. Si Dios quiere, las cosas salen".





Su parroquia





En el año 81 Alcides Suppo volvió a Rafaela y, como secretario del obispo, atendía la capilla de Guadalupe desde la Catedral. El 12 de marzo del 85, Monseñor Héctor Romero creó la parroquia de Guadalupe y Suppo fue designado su primer párroco. "En ese caso también obedecí contra mis preferencias, porque yo me inclinaba a trabajar con los jóvenes y con otros movimientos, sin la necesidad de estar al frente de algo que para mí era desconocido, como una parroquia, teniendo en cuenta además que, en ese momento, mi territorio incluía una zona muy amplia que ahora comprende San Cayetano, Santa Rita, 17 de Octubre y el barrio Jardín, que estaba en construcción. Gracias a Dios después se fue subdividiendo y se formaron comunidades más pequeñas y más presentes en el barrio".





Adicciones





"Entre los jóvenes -continúa Suppo- empezó a hacerse notorio el problema de las adicciones, cada vez más numerosas y profundas; ante los primeros casos, a través de la Renovación Carismática, se conoció a un sacerdote de Malabrigo, el padre Vega, que los recibía en una casa para tratar su recuperación; con algunos lo lograba, con otros no, pero hacía una gran obra. Algunos de los recuperados vinieron a instalarse a Rafaela y formaron sus familias. Con un grupo de entusiastas, entre ellos el Piri Petinatti, decidimos hacernos cargo del problema, pero necesitábamos una casa; la pedimos; quiso la Providencia que la empresa Papeltécnica, al cumplir 25 años, decidiera hacer una donación importante: esa donación fue una casa para la internación de chicos con adicciones. Tamaño gesto nos impulsó y empezó nuestro trabajo en esa casa de calle Las Heras, que se transformó en nuestra base de operaciones; empezaron a venir chicos de la zona, más los de aquí; allí conviven, se hacen su comida, las tareas de la casa, se corrige a los violentos, rezan, hacen una sanación espiritual; algunos se levantan, otros caen y se van, otros caen y vuelven a levantarse. Al poco tiempo, gente de Susana nos dijo: tenemos una casa desocupada, en el campo, ¿la quieren? Por supuesto que la tomamos, hicimos los arreglos y empezaron a alojarse chicos para aprender a convivir y sanarse por dentro y por fuera".
"La tercera casa, que es alquilada, está en el barrio Güemes; también en este caso los chicos llegan para alojarse, aprenden adonde están, quiénes son los dueños de casa y viceversa. Allí evaluamos las posibilidades según el estado en que ingresen los chicos. Una en el barrio 2 de Abril, muy grande, para distintas actividades, donada por la Municipalidad; otra en el campo, prestada, con contrato largo; otra en Saguier, un almacén viejo que fue abandonado y, gestiones mediante, quedó en uso de la productora 'Vistiéndonos de Sol', tal el nombre que recibió el grupo empeñado en toda esta enorme tarea de recuperación de adictos. En estos momentos estamos por recibir el derecho de uso de la Granja Francisco Peretti. Tenemos también la casa del Anciano Simeón, donde recibimos a la gente mayor en situación de calle; un emprendimiento del padre Casale que, cuando Monseñor Franzini lo destinó a otro lugar, la dejó a nuestro cargo".
"La productora 'Vistiéndonos de Sol' tiene las casas que decía anteriormente, más una idea nueva que es ocuparnos de los más chicos, los que padecen el abandono de familias disueltas y están a la deriva, condenados a lo peor de la calle. La plata con que mantenemos todo viene del Gobierno de la Provincia, de la Municipalidad, hay gente que se acerca dos o tres veces al año y nos deja sumas muy importantes, más un cierto número de socios. Todos nos aportan lo suficiente para cubrir todo y hasta, a veces, sobre un poquito para mejorar lo que tenemos. Es una comprobación más de la providencia de Dios y su misericordia".
Cuando fue despojado de su parroquia por haber cumplido 75 años, Alcides Suppo continuó sirviendo en el barrio 17 de Octubre y desde su casa, allí donde nos recibió, rodeado de libros, con un aura paternal, omnisciente, capaz de comprender los problemas que le transmiten las decenas de personas que buscan su palabra, sabiendo que siempre la encontrarán. Su vocación de apóstol, ampliamente ejercida, tiene el vigor de un espíritu generoso, que brota de cada actitud comprometida.


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