Opinión

Al borde del colapso


El acuerdo firmado por el gobierno con el FMI es más que un plan de ajuste. Puesto en perspectiva es en primer lugar el certificado de defunción del modelo que sostuvo al kirchnerismo en el poder desde 2003, porque ya no hay manera de financiar el gasto fuera de toda racionalidad en jubilaciones sin aportes, subsidios al consumo de energía que en 2021 costaron 11 mil millones de dólares y centenares de miles de "planeros" que integran el ejército electoral oficialista del conurbano.
El año que viene ese modelo cumpliría dos décadas de vigencia casi ininterrumpida, lo que le permitió a Cristina Kirchner ganar tres elecciones presidenciales, pero liquidó simultáneamente el crecimiento y produjo alta inflación, pobreza superior al 40% y destrucción del ahorro y la inversión. También es la causa central de la deuda pública que hoy el kirchnerismo pretende atribuir exclusivamente al gobierno anterior.
El agotamiento del proyecto populista por falta de financiación conlleva, en segundo término, el agotamiento del "relato K". Es el gobierno de Cristina Kirchner el que con notable realismo puso la firma al plan de ajuste y lo mandó al Congreso.
En su descargo puede alegarse que no se trata de la primera vez que el peronismo capitula con idéntico respeto por los hechos. "Isabel" Perón, Carlos Menem y hasta el dúo Duhalde-Lavagna firmaron acuerdos con el Fondo.
Hay también una tercera consecuencia del acuerdo: ha desordenado el sistema político. El oficialismo y la oposición se han partido. En el Frente de Todos el sector que representa a la vice promete no acompañar el default ideológico. Se autopercibe opositor. En sentido contrario en Juntos por el Cambio el sector más vinculado a la burocracia partidaria (la UCR) planteó colaborar en la aprobación.
La política es también un negocio de intereses que confluyen. Ambos sectores, los oficialistas/opositores y los opositores/oficialistas, ponen en evidencia no sólo la gravedad de la crisis, sino la disfuncionalidad del sistema político para hallarle una solución, situación que es consecuencia directa del divorcio entre la dirigencia y los ciudadanos que en teoría representa.
Pero la inadecuación no es un rasgo exclusivo del sistema político. El evangelio oficialista que responsabiliza del actual desastre económico a la gestión precedente y al FMI es repetido tanto por medios alimentados a pauta oficial como por los que forman parte de entramados de negocios privados.
En ambos casos los hechos son ignorados de manera olímpica. En suma, la realidad económica ha dado lugar a un escenario de incertidumbre, confusión y falsedades, obligando a los protagonistas a hacer contorsiones ante sus votantes. También dejó planteada una pregunta forzosa: cuánta miseria será necesaria para que los políticos entierren definitivamente un modelo de resultados nefastos y busquen la salida real a una decadencia que parece no tener fin.


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