10.01 Los biotipos resistentes a herbicidas en Argentina siguen en aumento y ya son 42. Especialistas en la materia brindan pautas para dimensionar la problemática y delinear soluciones.
Se confirmó esta semana una nueva resistencia a herbicidas… y van… ¡42 biotipos resistentes! (28 de ellos a glifosato) La noticia surgió de la REM de Aapresid se trata de Digitaria sanguinalis (o pasto cuaresma) resistente a glifosato y es el primer caso reportado a nivel mundial.
Lejos de solucionarse, el asunto de las malezas resistentes y/o tolerantes ha ido escalando. Tras la aparición de los primeros ejemplares “rebeldes” la curva siempre fue en ascenso. Luego se activaron los resortes de la investigación y la búsqueda de soluciones. Hoy, 20 años después, ya hay un buen cúmulo de datos e información como para saber qué hacer y qué no. También hay una seria toma de conciencia. Sin embargo, las soluciones, químicas o no, redundan en un costo extra que no todos los productores pueden afrontar. Allí está el talón de Aquiles de la situación: saber es un primer paso, pero para faltan recursos para entrar en acción.
Hoy, las malezas constituyen un problema serio en los campos argentinos (ojo, también en el resto del mundo agrícola). Preocupa el incremento de costos y agobia, en algunos casos, quedarse sin herramientas de control. Tanto es así que muchos vuelven al arado en campos que ya no tienen otra solución… o la consideran la solución menos onerosa, aunque, sabemos, es “pan para hoy, hambre para mañana” como decía mi abuela Julia.
Consultados por Clarín Rural, especialistas en malezas del INTA, AAPRESID y AACREA analizaron el problema, determinaron cuáles son los biotipos más preocupantes y compartieron algunas soluciones posibles.
La preocupación
“Lo preocupante es que hay un crecimiento de biotipos resistentes que no para”, marcó, firme y expeditivo, Luis Lanfranconi, del INTA Río Primero, Córdoba. Y prosiguió: “Lamentablemente todos los años registramos un par más de biotipos resistentes a algún mecanismo de acción de herbicidas”.
Para Lanfranconi, la situación es acuciante por dos motivos: “por un lado, porque empiezan a perder efectividad familias de herbicidas que ya no podés usar, y por otro, porque significa encarecer aún más el proceso productivo”. “Con un agravante -continúa Lanfranconi-, que el productor está cada vez más ajustado en sus costos por todo lo que se sabe del contexto macroeconómico del país, entonces trata de producir de la forma más barata posible, y a veces, lo más económico no es lo tecnológicamente más conveniente”.
“Actualmente, lo que más preocupa es que los casos de resistencia siguen aumentando, lo que no es ajeno a lo que pasa en el mundo, pero acá ya que hemos llegado a 42 biotipos resistentes”, opinó Eugenia Niccia, gerente del Programa REM de AAPRESID. Y agregó: “Por otro lado, también lo que aumenta es la dispersión de esas resistencias, habiendo problemáticas que abarcan casi la totalidad de la superficie agrícola, por ejemplo, Conyza resistente a glifosato, está presente en más de 25 millones de hectáreas, y nuevas problemáticas que están creciendo de forma acelerada (léase, Conyza resistente a ALS)”.
Entre las cosas que preocupan a Niccia, respecto de la dinámica de dispersión, destacó que “una vez establecida una población resistente en un área puntual, es casi imposible que se revierta esa situación, por lo que es de suma importancia, aplicar prácticas de prevención para que esa colonización de una especie resistente no ocurra”.
Referente del Grupo de Malezas del INTA Pergamino, Horacio Acciaresi manifestó como una de las principales preocupaciones la constancia de las malezas a lo largo de los años: “A pesar de pregonar desde hace varios años la diversidad de manejo, distintos mecanismos de acción y el uso de cultivos de cobertura, estas malezas siguen firmes, presionando”, apuntó Acciaresi.
Para Pablo Fernández Barrón, Coordinador del Proyecto de Malezas de AACREA, “los diagnósticos realizados indican la vigencia sostenida a lo largo de los años de la problemática, las soluciones disponibles relacionadas a tecnología de insumos son paliativas”. Ahora bien, lo que entonces los “ocupa” es “la búsqueda de soluciones con un enfoque sistémico, combinando estrategias”.
En definitiva, para Fernández Barrón, ante problemas complejos con interacciones dinámicas hay que buscar soluciones también dinámicas. “Desde el proyecto, trabajamos con la idea de unir las puntas entre quienes ya generaron información y encontraron las combinaciones de herramientas más efectivas y aquellos que recién ahora tienen una problemática latente o incipiente, para evitar que la granada nos explote en las manos”, explicó Fernández Barrón.
¿Qué entusiasma?
La primera parte de la solución de un problema siempre es dar cuenta del mismo y tener a la vista las soluciones. Luego se verá cuán posible es avanzar. En todos estos años, los productores han ido reaprendiendo respecto de las soluciones.
“Hay un avance importante en la concientización del problema, la solución no va a ser con un sólo herbicida nuevo por lo tanto es necesario que se haya generación de conocimiento por parte de los investigadores, pero también la puesta en práctica de ese conocimiento”, contó Niccia. Y agregó: “Desde Aapresid, se trabaja fundamentalmente en esto último, acompañando al productor en la implementación de la integración de las tecnologías de procesos”.
“Creo que hay un proceso de aprendizaje por parte del productor, eso está, pero el tema central de esto es que cualquier solución implica aumento de costos”, expuso Lanfranconi. Y dio algún dato: En la zona norte de Córdoba, un relevamiento de 5 millones de hectáreas dio que hay una maleza perenne resistente por hectárea y una maleza dicotiledónea resistente por hectárea. “El productor está preocupado, se trata de ocupar en lo que puede, pero además de las malezas tiene muchos problemas más, nosotros porque miramos solo la maleza, pero lo cierto es que para el productor, que vive en una locura de decisiones complicadas, sin créditos ni acompañamiento, es una más entre tantas cosas”, opinó Lanfranconi.
“Hoy estamos peor y mejor. Peor porque hay más malezas resistentes y mejor porque hay muchos productores que hay entendido el mensaje, un 30-40% de los productores saben cuál es el camino”, enfatizó Lanfranconi. Pero advirtió: “Lo que viene no está bueno” porque “cada vez es más difícil y caro producir nuevos agroquímicos, dado que hay más exigencias regulatorias y mayor presión social, por eso, mejor, cuidemos lo que hay”.
También preocupa que muchos, ante una situación avanzada, deciden optar por el arado, retrocediendo, como en el juego de la oca, varios casilleros. “Con sólo ver la oferta que hay de distintas herramientas de roturación ya te podés imaginar cómo ha vuelto la remoción para sacar malezas, los productores eligen máquina y gasoil, en vez de herbicidas”, lamentó Lanfranconi.
Lo mismo que a todos, a Acciaresi le genera entusiasmo y aliento la percepción entre los productores y asesores profesionales de la “gravedad del problema”. “Eso ayuda a estar atentos para relevar nuevas resistencias y la aparición de malezas incipientes en una región, como pueden ser crucíferas, nabón y nabo silvestre en nuestra zona”, contó el profesional del INTA Pergamino.
Sin embargo, al igual que todos los consultados, Acciaresi lamenta que “más allá de tener el conocimiento del problema, la decisión de aplicar una u otra solución sigue siendo económica”. “La dinámica de arrendamientos anuales, y el costo de hacer cultivos de cobertura teniendo en cuenta que es un cultivo que no se va a cosechar, en un contexto macroeconómico complejo, obliga a pensar mejor la estrategia”, expuso Acciaresi.
A Fernández Barrón le entusiasma “la suma de todas las partes”, ese desafío de volver a “hacer agronomía, poniendo el foco en lo que sucede en el lote y tratando de encontrar la mejor combinación de herramientas”.
Top-3 de malezas más preocupantes
Pedimos a los especialistas que participaron de la nota que mencionen las malezas que más les preocupaban por su voracidad, por su difícil control, por su evolución en superficie, etc.
Para Lanfranconi, el podio se arma con Sorgo de Alepo, “está en todo el territorio nacional, con resistencia a glifosato y a graminicidas post emergentes”; Luego “lo que ha tapado el país es amaranthus, y mucho de esto tiene que ver con el movimiento que hacemos con las cosechadoras de un lado a otro”; finalmente eleusine, “que es la que más ha crecido los últimos cuatro años con resistencia a glifosato y empieza a haber a graminicidas”. Sin dejar de lado a rama negra “que va a seguir creciendo con fuerza, ya han resistencia a sulfoniruleas, que es con lo que la hemos combatido los últimos 15 años, va a ser un dolor de cabeza en Pampa Húmeda”.
“En nuestra región -norte bonaerense- las malezas más relevantes de otoño e invierno corresponden al complejo conyzas, fundamentalmente sumatrensis en menor medida bonariensis y también raigrás anual, conyza, además tiene una incidencia de emergencia tardía por lo que complica además la siembra de los cultivos de verano”, repasó Acciaresi. Y continuó: “En lo que respecta a las malezas de primavera verano destacan yuyo colorado, amaranthus hybridus, no palmeri, que en la región es irrelevante, y en menor medida como gramínea anual Echinochloa colona y capín colorado.
“Como especies que generan mayores complicaciones a los productores, podrían mencionarse Rama negra, Yuyo colorado y Sorgo de alepo”, dispuso, directo, Niccia. Y explicó: “Por un lado se adaptan a una gran variedad de ambientes, por lo que están presentes en gran superficie del territorio argentino, y por otro, presentan más de una resistencia o resistencias múltiples, complicando aún más, el manejo necesario para el control”.
Niccia también mencionó, en un segundo escalón, como cuestiones puntuales o regionales, las crucíferas resistentes (a glifosato, a hormonales y/o a ALS) que están situadas mayormente en el sur de la provincia de Buenos Aires, pero que lentamente van “subiendo” ocupando año tras año cada vez más superficie.
Desde el Proyecto Malezas, CREA genera información a través de dos herramientas: DAT CREA (Datos Trazados CREA) y SEA CREA (Sistema de Encuestas Agropecuarias CREA) a partir de las cuales generan mapas de diagnóstico sobre la evolución de lotes afectados por malezas tolerantes o resistentes. El podio se conforma con Amaranthus sp. Conyza y el complejo de gramíneas estivales (Chloris sp., Trichloris sp., Sorgum Alepensis, Echinochloa sp. y Eleusine Indica).
Soluciones
Entre las posibles soluciones, los últimos años -léase, el último lustro o algo más-, ha vuelto a pensarse en los viejos puentes verdes, también conocidos como cultivos de cobertura, hoy, con un nombre más apropiado a la necesidad: cultivos de servicio. Sin embargo, esta alternativa no química, -lo dicho- tiene un costo.
“Hacer un cultivo de servicio tiene un costo elevado, y el productor sabe que después tiene que usar mezclas de herbicidas 30-40 días antes de la fecha de siembra, y de vuelta sobre la siembra y un repaso de herbicida post siembra, entonces, cuando te pones a hacer números son 120-170 dólares por hectárea más y realmente no es fácil que cualquier lo pueda poner”, reflexionó Lanfranconi.
Como dato de lo que ha crecido el uso de cultivos de servicio en Argentina, Lanfranconi contó que la semilla de centeno que hasta hace diez años valía 10 centavos de dólar hoy cuesta 55 centavos de dólar. Esto debido al aumento de la demanda.
“La herramienta que se propone hoy, la soja y el maíz Enlist te da una herramienta para poner sobre ambos cultivos, pero no son herbicidas nuevos, son de hace 30 años, hay que cuidarlos porque si no hay racionalidad por parte del productor pronto vamos a estar hablando de nuevas resistencias”, apuntó el referente del INTA Río Primero.
Para Niccia, “la clave para contrarrestar las resistencias es modificar los escenarios que se le plantean a las malezas, por eso, es importante integrar herramientas para que les sea difícil adaptarse al medio”. En este sentido, los cultivos de servicio constituyen -según Niccia- una buena herramienta.
Encuestas de AAPRESID han cuantificado que la campaña pasada un 30% de los productores socios han implementado CS. “El principal objetivo es que ayuden en el control de malezas, pero no el único, y pueden combinarse con el control químico”, explicó Niccia.
En este sentido, para la referente de la REM de AAPRESID, “es clave ser proactivos y tomar medidas preventivas” para evitar el ingreso de malezas al lote o atacar temprano antes que se expanda: control de manchones, monitoreo de los alambrados, limpieza de la cosechadora, etc. Como así también, valerse de más medidas culturales como la modificación de la fecha de siembra, la elección de cultivares competitivos o el acortamiento de entre surcos y, llegado el caso, aplicaciones dirigidas sitioespecíficas.
Desafíos
“El desafío nuestro es seguir trabajando en la generación de conocimiento local pero también trasladar ese conocimiento a sistemas productivos reales”, resumió Niccia.
Para Lanfranconi, las soluciones hay que “motivarlas”. “Hay que fomentarlas porque si yo propongo hacer cultivos de servicio, digo que es buenísimo, y lo sabemos, y como Estado propongo descontarle al productor alguno de los tributos que paga si hace bien las cosas, entonces sí habría un incentivo… acá, por el contrario, es todo costo”, dijo.
Es cierto que en algunas provincias como Córdoba se otorgan incentivos a las Buenas Prácticas, más bien premios, pero no alcanzan. “No es sólo es responsabilidad del productor, es responsabilidad del país, porque si quiere que se siga exportando, y quiere que siga ingresando dinero tiene que favorecer que haya más producción de alimentos y tiene que involucrarse positivamente”, opinó Lanfranconi.
En una misma línea de pensamiento, Acciaresi está convencido que “el desafío no tiene tanto que ver con el convencimiento o la comprensión del problema por parte de los profesionales que están en el campo, el problema es de mayor envergadura, tiene que ver con el rol del Estado, en tanto no haya políticas que remuevan los condicionamientos socioeconómicos, políticos y culturales va a ser difícil llevar adelante una integración de enfoques”, opinó. Y agregó: “Al no haber premios o beneficios, como existe en otras partes del mundo, es muy difícil pensar que exista una aproximación a un manejo, al menos, más integrado, en este contexto, hablar de un manejo integrado de malezas es casi imposible, porque los condicionantes que existen en el sector son estructurales y muy fuertes”.
Para Fernández Barrón, en tanto, la solución es más de “conocimiento y agronomía, que económica”. “En las primeras vamos a encontrar las líneas que nos permitan producir sosteniblemente, debemos trabajar proactivamente e interrelacionados, espacios de investigación, academia, instituciones y productores; en la segunda están las soluciones de corto plazo, que integradas más estrategias y manejos, también son un pilar fundamental, para nuestra producción”, resumió.
Se avanzó bastante, pero queda mucho por hacer, en el aprendizaje y difusión como en lo económico. Todo, además, se da en un contexto en el que el mundo demanda alimentos más sanos. Hacia allá van. (Clarín)
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