Los datos indican que más o menos densidad de siembra no inciden demasiado en los indicadores productivos de los cereales invernales.
Luego de desandar algunos años de experimentación agrícola en el Campo Escuela de la Facultad de Ciencias Agropecuarias (UNC), luego de amigarme con el ambiente y disfrutar de la siembra, el seguimiento del cultivo y la cosecha del producto, y luego de intentar interpretar los procesos que activa o inactiva la planta con el fin de llegar a buen puerto, es decir, reproducirse; puedo aseverar que basta con unos pocos años de evaluación (por ejemplo, un quinquenio) para tomarle aceptablemente la mano a un cultivo.
Focalicemos nuestra atención en una práctica de manejo de no tan bajo costo, la densidad de siembra. Bastaron cinco campañas agrícolas en el centro-norte de la provincia de Córdoba para determinar que la densidad de siembra óptima en maíz está más cerca de las 80 mil que de las 60 mil plantas por hectárea.
Probablemente, el costo de la semilla híbrida de maíz y/o los resultados de la investigación adaptativa indujeron a los productores a optar por la densidad más baja. En contrapartida, la densidad de siembra en los cereales de invierno se toma más a la ligera o se la retiene carente de importancia.
Por ejemplo, se sigue hablando de kilos por hectárea, se sigue enseñando en el ámbito universitario que la densidad en el caso del trigo varía entre las 2,5 y las tres millones de plantas por hectárea. Si la aspiración de este autor es que el presente texto se convierta en un ensayo científico, se debe evitar la vaguedad y las ideas deberían ser el resultado de procesos de discernimiento y reflexión.
Por otra parte, y si bien un ensayo científico es un escrito personalísimo, para que este se convierta en una fuente de referencia y consulta crítica que mejor que usar como disparador un trabajo de reciente publicación cuyo primer autor es un referente internacional de la ecofisiologia, me refiero a R.A. (Tony) Fischer (Fischer et al., 2019).
El mencionado autor y coautores afirman textualmente: "Con fechas óptimas de siembra (), independientemente del espaciamiento entre surcos, el rendimiento de trigo fue notablemente insensible a la densidad de siembra dentro del rango normalmente estudiado (80-400 plantas por metro cuadrado)".
Si de contenidos de texto hablamos, el siguiente sintetiza la visión que se tiene sobre la densidad de siembra en trigo: "En términos generales, la densidad de siembra oscila entre 150 y 350 plantas por metro cuadrado. La densidad de siembra se incrementa en siembras tardías y/o con cultivares de ciclo intermedio a corto y suele reducirse ante una disminución en la disponibilidad de agua durante el ciclo del cultivo" (Miralles y colab., 2014).
Finalmente, en una nota publicada en el suplemento Rural de Clarín el 15 de mayo del 2020, Juan Raggio comentaba que es bueno no desperdiciar semilla y sembrar con máquinas que tiendan a maximizar los rindes.
Mirando al invierno
A diferencia de lo acontecido con el cultivo de maíz, en el que el productor de la región centro-norte de la provincia de Córdoba optó por una densidad de siembra de 60 mil plantas por hectárea, o aún menos; en el caso del trigo, y con un intervalo en cuanto a la densidad de siembra que va de las 80 a 400 plantas por metro cuadrado, pareciese ser que "por si las moscas" el productor opta por sembrar 100 kilos de semilla por hectárea.
Según el peso de la semilla, estaríamos hablando de unas 300 semillas viables por metro cuadrado; es decir, más cerca del límite superior de 400 semillas que del límite inferior de 80 semillas por metro cuadrado.
Lo más probable es que el trigo por ser una especie autógama mantenga su identidad genética, y que si el productor conserva parte del grano cosechado podrá usarlo como semilla durante la próxima campaña agrícola sin correr el riesgo de que siembre gato por liebre. ¿Será por ésto que siembra kilos y no granos por hectárea? ¿Será por ésto que se sostiene que kilos más, kilos menos, no hacen al resultado final?
Quizás el rendimiento no varíe sembrando 100, 200 o 300 semillas por metro cuadrado, el costo será despreciable para el productor, pero no para la sociedad como un todo. En síntesis, y en línea con lo afirmado por Fischer et al. (2019), los altos rendimientos logrados con densidades de siembra menores a las usadas y el advenimiento de sembradoras monograno nos impulsan a repensar el manejo del cultivo de trigo en la región.
Estudios
En este pretendido ensayo científico se recapitulan los resultados agronómicos de cinco cereales de invierno (avena, cebada, trigo para fideos o para pan, y triticale) cultivados durante las pasadas tres campañas agrícolas (2018/19, 2019/20 y 2020/2021).
Durante cada una de las tres campañas agrícolas los cinco cereales se sembraron con dos densidades de siembra, 100 o 200 semillas viables por metro cuadrado. La fecha de siembra, a la que se retiene óptima, se corresponde con la primera quincena de mayo. El material se distribuyó a campo según un esquema en parcelas divididas (parcela principal cereal de invierno y subparcela densidad de siembra) y en un diseño en bloques completos aleatorios con tres repeticiones.
Cada unidad experimental (parcela) estuvo constituida por cuatro surcos de cinco metros de longitud distanciados por 0,20 metros. A partir de los dos surcos centrales se tomó una muestra de un metro cuadrado, para posteriormente proceder a medir o estimar las siguientes variables agronómicas: rendimiento en grano y en biomasa aérea (kilogramos por hectárea-1), índice de cosecha (%), peso de mil granos (g), número de granos y de espigas por metro cuadrado, y número de granos por espiga/panoja. Se analizaron los datos con el software para análisis estadísticos de aplicación general Infostat.
Intentando ser objetivo sobre la interpretación de los resultados y discutirlos de manera que se deje por sentado un nuevo saber, y porque no también polemizar a la distancia con los lectores, es que procedo a presentar los resultados de la tabla que se adjunta y posteriormente discutirlos brevemente.
De las tres fuentes de variación analizadas (año, cereal de invierno y densidad de siembra), sólo la densidad de siembra no presentó interacciones significativas con las restantes dos fuentes de variación. Por el contrario, y salvo para el caso de la producción de biomasa aérea, las restantes seis variables agronómicas evidenciaron interacciones significativas entre años de evaluación y cereales evaluados.
Este hecho nos habilita a presentar los resultados sobre el efecto de la densidad de siembra sobre el comportamiento agronómico confundiendo el efecto de años y cereales de invierno. Para el rendimiento en grano, el peso y el número de estos por unidad de superficie, y el índice de cosecha no se constataron diferencias estadísticamente significativamente entre las medias correspondientes a las densidades de siembra usadas.
La producción de biomasa aérea y el número de espigas por metro cuadrado fue significativamente mayor cuando los cinco cereales se sembraron a una densidad de 200 semillas por metro cuadrado. Mientras que el número de granos por espiga fue significativamente más alto en el material cultivado con la densidad de 100 semillas.
Es conveniente dejar en claro que todavía no está dicha la última palabra en cuanto a la densidad óptima para los cereales de invierno cuando cultivados en la región centro-norte de la provincia de Córdoba. Quizás no lo estará dicha nunca.
No obstante, se cuenta con indicios que señalan que la cantidad de semilla que debería sembrarse está muy por debajo (30 por ciento) de la actualmente utilizada. Para apuntalar o no lo antedicho, los productores de la región son parte esencial de la investigación adaptativa, en última instancia es el resultado productivo a nivel extensivo que define la verosimilitud de la investigación aplicada.
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