La nueva colonia
Trabajadores y empeñados en progresar, tomaron contacto con Guillermo Lehmann en su oficina de Esperanza, el que, al ver la voluntad de los hermanos, los entusiasmó para que, facilidades mediante, compren tierras en la colonia Rafaela que se estaba formando. Era 1881. La sociedad de los hermanos Olivero adquirió cuatro concesiones con los números 213, 214, 229 y 230, o sea un terreno ubicado inmediatamente al oeste de la Ruta 34 entre Av. Ernesto Salva y Emiliano Cerdán. El boleto fue firmado en junio de 1883 y se escrituró en 1886 por un valor de $ 1.000. La compra fue oportuna porque en un par de años el valor de la concesión, por el aumento de la demanda, pasó de $ 250 a $ 400. Tiempo después, vista la buena reputación y cumplimiento de los Olivero, les ofrecieron más campo, pero no lo compraron porque no les alcanzaba para alambrarlo.
María
En una travesía marítima accidentada, una familia de inmigrantes de apellido Operto, que luego tuvieron firme arraigo en la ciudad, traía consigo a una adolescente de unos 15 años llamada María. Los Operto se establecieron en Rafaela con un activo protagonismo. Blas Olivero se fijó en María Operto en ocasionales encuentros y, correspondido, se pusieron de novios. En 1888, cuando Blas tenía 30 años y María 19, se casaron en la iglesia parroquial de Rafaela. La pareja se dio al trabajo intenso y generoso. Según la tradición familiar, María tuvo pronto su primer embarazo; mientras colaboraba con su esposo en el campo, a caballo, comenzó a sentir los dolores del parto inminente; descendió del caballo, se acostó bajo un tinglado que cubría la parva y, sobre un lecho de pajas, mientras daba a luz, confirmó que eran mellizos. Se llamaron Pedro y Antonio. Los siguió María, casada luego con Maina. La cuarta, Catalina, que se casó con Milessi, con quien mantuvieron durante muchos años el restaurante ampliamente conocido en la esquina de Bv. Yrigoyen y Las Heras. Luego nació José, seguido por Dionisio. Nuevamente se repiten dos mujeres: Paulina y Margarita, cerrando la cuenta de once, tres varones: Luis, Juan y Federico.
Sin que quedara constancia ni tradición, la sociedad de los hermanos Olivero se disolvió, Pedro se ausentó de Rafaela y fue Blas el que quedó a cargo de los campos, redoblando los esfuerzos para cumplir con la producción. Cuentan que Blas era exigente para el cumplimiento de las tareas de campo. Se levantaba a las 6:00 hs, se calzaba unos zuecos de madera y andaba por la casa de modo que sus hijos tomaban ese sonoro taconeo como señal de llamada para levantarse.
Además del trabajo propiamente dicho, es destacable el espíritu de solidaridad que reinaba entre los colonos, respondiendo positivamente a las necesidades del Hospital de Caridad, la Iglesia, la Sociedad Italiana, la Sociedad Rural y, en el caso de Blas Olivero, además, un aporte importante para la concreción de la capilla del Hospital.
Al producirse el fallecimiento de Blas, su propiedad rural debió venderse para permitir la distribución de la herencia entre su viuda y los once hijos. Lo mismo ocurrió con la vivienda familiar de calle Chacabuco al 430, al fallecer María. Ya la familia se había dispersado, cada cual con su proyecto. El menor, Federico, ingresó a la Policía y escaló hasta ser Comisario y Jefe de la policía local, permaneciendo en el cargo hasta su jubilación.
Biaggio Sebastiano (Blas Sebastián) Olivero fue otro de los soportes de una sociedad que nacía y se desarrollaba como hija del esfuerzo y el espíritu de progreso. Así lo destacan los considerandos del Concejo Municipal del año 1942 cuando decidió poner su nombre a una calle que atraviesa los barrios San Martín e Ilolay a partir de Vélez Sarsfield entre Dante Alighieri y Suipacha.
(Un particular reconocimiento a los datos aportados por María Graciela Rubiolo y por Liliana Olivero)