Durante el presente año electoral una de las propuestas que más ruido hizo es aquella sobre la forma de financiar y diseñar la educación pública. El sistema de vouchers y la desregulación de contenidos propuestos por el sector libertario abrieron el debate acerca del rol del Estado en la determinación de los contenidos y el nivel de preparación de los profesores.
Diario CASTELLANOS buscó consultar con una voz autorizada para conocer su opinión al respecto. El ex Director del Instituto Superior del Profesorado Nº 2 de nuestra ciudad, Guillermo Sáenz, recibió en su casa a este medio para una charla que abarcó distintas aristas de un tema tan complejo como necesario de tratar.
Dos a favor
Comenzando por una mirada global acerca del nivel educativo argentino, consideró que en el marco de los 40 años de democracia hay dos cosas deben ser valoradas. Una de ellas es haber logrado sancionar la nueva Ley de Educación y la otra es haber optado por la obligatoriedad de nivel secundario.
«Argentina no tenía ley de ordenamiento educativo. Teníamos la Ley 1.420 la cual regulaba la educación primaria y que fue muy importante en su momento. Cuando llega Alfonsín promueve un debate muy grande que fue el Congreso Pedagógico Nacional. Se trató de una iniciativa que no fue valorada debidamente, pero de esa discusión deriva la Ley Nacional que llega en 2006», dijo el entrevistado.
Luego continuó con el segundo punto clave: «La otra cosa es la ampliación de la obligatoriedad. Me parece que cuando uno extiende la obligatoriedad lo que estás haciendo es integrar al sistema educativo a categorías sociales que antes no se escolarizaban y aparecen en la escuela sujetos que antes no iban. Me refiero a sectores muy pobres, materialmente hablando, que terminaban séptimo grado y para los que la secundaria no era una posibilidad. La extensión tiene que ver con una lectura de las exigencias del mundo laboral. Incluso hoy ni siquiera la escuela secundaria es suficiente para responder a las demandas de ese mundo del trabajo y para una adecuada inserción cultural».
¿Desregular o no?
Consultado por el inevitable tópico de coyuntura, Sáenz se refirió a las propuestas de desregular los contenidos curriculares y quitarle peso a la presencia estatal en cuestiones educativas. Al respecto respondió: «El Estado lo que no puede hacer es dejar de supervisar la enseñanza. Una de las cosas más importantes que hace en materia educativa es emitir títulos, porque certifica aptitudes estableciendo que las personas son aptas para una profesión. Entonces la facultad de certificar aprendizajes es una responsabilidad que tampoco puede quedar en manos de cualquiera. Eso es sin dudas algo indelegable. Es cierto que el Estado debe revisar algunas de sus responsabilidades pero hay otras que no puede abandonar, como la de definir contenidos de enseñanza o acompañar la formación de los docentes que es una de las grandes carencias que veo. En esto faltó en el último tiempo un programa de formación sostenido y consensuado».
Las vocaciones
Precisamente también dio su visión acerca de porqué hoy en día son menos que antes las personas que optan por dedicarse a enseñar: «La educación se ha transformado en poco atractiva entre otras cosas porque es poco rentable. Si vos te preparás como profesional para trabajar y luego lo que se te paga no es bueno, no vas a elegir eso. Hay que estar en el trabajo educativo para saber todo lo que sea hace por fuera de lo que la gente ve».
En ese sentido recalcó un reclamo histórico de maestros y profesores, aquel sobre todas las tareas que realizan fuera de su horario de trabajo. Es sabido que tanto antes como después de clase se ven obligados a utilizar su tiempo para cumplir con sus responsabilidades, cosa por la que no suelen recibir suficiente reconocimiento económico o institucional: «Lo que se hace previo a la clase impacta en la calidad. Por ejemplo los docentes preparan y corrigen evaluaciones. Eso es una enorme responsabilidad porque ahí comienza la correcta evaluación de los aprendizajes. Evaluar no solo es revisar un examen escrito, sino considerar las conductas, las actitudes y las estructuras cognitivas de los alumnos. Por eso digo que es algo de mucha responsabilidad».
También explicó que es una sumatoria de factores económicos y sociales lo que hoy en día mantiene baja la matrícula de futuros profesores: «Los jóvenes no se sienten cautivados con la idea de ser docentes. Ven una profesión en la que además de haber poco reconocimiento económico, hay poco reconocimiento comunitario. Me parece que hay que revitalizar al rol del docente y tendrían que existir algunos incentivos para quienes cumplen esa tarea. Hubo en los últimos gobiernos algunos sistemas de becas. Es decir que había regímenes de becas que ayudaban a los que estudiaban docencia y esa idea era buena porque estimulaba la vocación».
Educación a distancia
Desde la pandemia apareció el desafío de la enseñanza a partir de soportes o de instrumentos digitales. Aunque ya pasaron 3 años de aquel momento lo que ocurrió fue tan fuerte que dejó formas y costumbres nuevas para toda la comunidad. Para el entrevistado esa época en términos educativos dejó cuestiones interesantes para analizar: «Nos obligó a hacer un enorme esfuerzo para aprender un modo de ser que llegó para quedarse y además que tiene un montón de bondades. El desafío ahora es conseguir que todos tengan conectividad y posibilidades. Además los que estamos a cargo de la educación tenemos que trabajar para estar en condiciones técnicas de poder utilizar con habilidad y pericia eso. Para mí personalmente ha sido un aprendizaje impresionante».
Este no es un tema menor, ya que Sáenz afirmó que la educación tiene que ser revisada en términos de cómo se enseña y cómo se integran las tecnologías. Dijo que la institución educativa que tenemos hoy fue pensada para el siglo XIX. Hoy sin dudas necesitamos otro modo de encarar las cosas.
Para ejemplificar su punto de vista habló de la cantidad de horas presenciales que se sigue exigiendo tanto en escuelas como universidades. «¿Por qué seguimos con la carga horaria que tenemos si hay cosas que se pueden resolver fuera de ella? ¿Cuatro horas para qué? ¡Es un tiempo larguísimo! Si no hay previstas ciertas estrategias de trabajo, justificar la presencia porque sí no tiene sentido. La digitalización de los procesos educativos pone en jaque muchas cosas que conocemos. También a los educadores nos plantea cómo seguir enseñando. Tenemos que pensar para qué queremos la escuela. Si se quiere defender su existencia el argumento del que se tienen que agarrar es ‘porque ahí se aprende con otros’, es decir la socialización. En la escuela se aprende con otras personas y aprender con otros tiene un valor y una riqueza que no tiene nada que ver con el aprendizaje individual».
Pensar distinto
Al respecto de la virtud de la socialización que otorga la presencialidad, dijo que es algo fundamental especialmente para resolver problemas de relacionamiento que están presentes en la Argentina de hoy: «Hay una falta de respeto escandalosa en la sociedad. A aceptar lo diferente se aprende y eso se hace con otros. La escuela está para pensar ideas distintas. Por ejemplo si leemos un texto en clase, luego aprendemos debatir con respeto. Claro que se puede hacer online pero no es lo mismo. La escuela se debe resignificar poniendo el eje en que allí se aprende en contexto de un grupo que permite esa socialización democrática de los sujetos. Pero eso nunca se va a aprender si a la gente no se la coloca en un aula con otros que son distintos. Hay que formar buenos ciudadanos que sean personas con capacidad para integrarse a la vida comunitaria con cuotas de tolerancia que hoy no tenemos», finalizó el experto en educación.