La historia cuenta que los argumentos de Castelli tenían una fuerza única indudable, al postular la reversión de la soberanía al pueblo rioplatense invocando el mismo principio usado por las provincias españolas ante la invasión de Napoleón.
Tras el discurso de Castelli, replicaron con ardor el obispo y el fiscal Villota; este último "sujeto de conocimientos y bastante capaz", al decir de un contemporáneo. Sin rebatir las razones fundamentales de Castelli, Villota puso el dedo en la llaga.
Allí surgió este discurso diciendo que la soberanía recae en el pueblo. Apareció la actitud de Manuel Belgrano, que desde un costado del Cabildo estaba esperando una señal para profundizar el movimiento y llevar a la gente a una actitud más decisiva contra el Virrey y el pasado.
Finalmente se votó: 156 a favor de que el Virrey se vaya y 69 votos, que son la derecha, de que se quede.
En esa acción estabann los activistas French, Beruti, Donado, Arzak, y otros que han sido ignorados por la historia oficial. Uno de esos nombres invisibilizados era el del hermano de Beruti, que se encargaba de hacer un diario de todo lo que pasaba, un registro que estuvo desconocido e ignorado durante mucho tiempo, y que después se revisó detenidamente y del cual surgieron novedades con respecto a lo que sucedía.
En España, la Junta Central de Sevilla había tomado el poder en nombre de la revolución, pero también en nombre de Fernando VII, quien era el hijo de Carlos IV, que había sido detenido por Napoleón.
Fernando VII había evolucionado hacia posiciones democráticas, casi revolucionarias. Esto fue algo coyuntural, porque después volvió a ser el mismo, pero que se expresó, por ejemplo, en el Motín de Aranjuez que llevó a cabo contra su propio padre.
Entonces, los revolucionarios tenían a Fernando VII como una figura muy importante, al punto que French y Beruti repartían estampas con su efigie en la Plaza de Mayo, lo cual hace descartar que el movimiento fuera contra España. ¿Qué es lo que cuenta al respecto la historia de Mitre? Que el movimiento era antihispánico, probritánico y por el comercio libre. El comienzo de toda la historia falsa que nos enseñaron.
El día 23 se decidió que el Virrey debía renunciar. El síndico Leiva hizo unas trampitas y conformó una nueva Junta de cinco miembros: dos del sector patriótico, digamos, dos de la derecha y un quinto que desempataría las discusiones. Volvieron a nombrar al Virrey, y la Junta falsa y tramposa llegó a ser jurada el día 24. Pero en cuanto se conoce que se ha trampeado la voluntad popular, volvieron a producirse manifestaciones y se profundizaron las exigencias de los sectores populares. Hasta que esa noche, Castelli y Saavedra, que eran los dos representantes del sector popular, renunciaron frente a la protestas por el engaño.
La definición del 22 de mayo fue decisiva a favor de un cambio rotundo en el poder.
El Cabildo Abierto del 22 de mayo
En el Cabildo Abierto se debatió si el entonces virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, tenía o no desde el punto de vista jurídico-político títulos suficientes para continuar ejerciendo el cargo en el contexto de la cautividad de Fernando VII, la disolución de la Junta Central de Sevilla, la conformación del Consejo de Regencia y la ocupación de prácticamente la totalidad de la península ibérica por las fuerzas de Napoleón Bonaparte.
Hubo dos posiciones enfrentadas: por un lado, la de los conservadores que se pronunciaron a favor de la continuidad de Cisneros en el mando, con la única novedad de asociarle a dos oidores de la Audiencia en el ejercicio del poder; y por el otro, la de los que se manifestaron por la caducidad de la autoridad del Virrey, en tanto había caducado quien lo había nombrado para el ejercicio del Gobierno. En la situación de acefalía en que se encontraba la metrópoli, el poder retrovertía a los pueblos, para que estos se diesen un nuevo Gobierno que ejercería el poder a nombre de Fernando VII, el monarca cautivo de las fuerzas napoleónicas. Esta era la posición sostenida por los revolucionarios. Así tenemos que: "El día 22, desde las nueve de la mañana, concurrieron al Cabildo doscientos cincuenta y un invitados en lugar de los cuatrocientos. En el acta de ese día no se transcribieron los discursos pronunciados, pero las distintas versiones de testigos presenciales o recibidas por tradición oral coincidían en que los oradores más destacados fueron el obispo Lué, para sostener la posición más extremada del grupo conservador; Castelli, quien expuso la tesis revolucionaria de que habiendo caducado todo gobierno legítimo en España lo mismo ocurría en América, y que por lo tanto el pueblo en el cual había retrovertido la soberanía tenía el derecho de nombrar a sus legítimos representantes; Villota, fiscal de la Audiencia que, por medio de una argumentación correcta (Buenos Aires no podía disponer por sí a nombre de las provincias del interior, porque la soberanía no residía solamente en la capital), intentó hacer triunfar la posición intermedia; y Juan José Paso, que sería quien iba a lograr destruir el efecto causado por la intervención de Villota y fundamentar la teoría sostenida por los más avanzados". Sin embargo, un examen de los votos permite advertir que parte de aquellos le dieron al Cabildo, como depositario provisorio del poder, una facultad decisiva para la conformación de la Junta. No todos los revolucionarios siguieron el voto de Cornelio Saavedra, quien había sostenido que no podía quedar duda de que era el pueblo el que confería la autoridad o mando. Esto le permitió al Cabildo, en el ejercicio provisorio del Gobierno, nombrar la Junta del 24 de mayo, presidida por Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien como vocal presidente conservaba la comandancia de las armas y debía ejercer el poder conjuntamente con dos españoles moderados (Solá e Inchaurregui) y dos criollos pertenecientes al partido revolucionario (Saavedra y Castelli).
El Cabildo Abierto fue la forma institucional de la revolución, pero ésta, para triunfar, tuvo que imponerse al Cabildo en la jornada del 25 de mayo. Es que la revolución se movía entre formas institucionales y no institucionales; entre estas últimas cabe citar, por su relevancia en cuanto al ámbito del poder real en la Buenos Aires de 1810, a las milicias criollas. Formadas desde la época de las invasiones inglesas, fueron el poder militar urbano que dirimía las luchas políticas en la capital; el Cabildo se vio presionado por "gentes del pueblo" que se agolpaban frente a sus puertas y que desempeñarían, junto a las milicias, un rol relevante en la resolución de la crisis política.
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