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Creador de sueños

Por Jorge Ternengo. A este prestigioso restaurador y fabricante de automóviles que tiene su empresa en Paraná, vienen a visitarlo coleccionistas y personajes de todo el mundo, para adquirir sus valiosas obras maestras.
Cuando uno ingresa a "Villa Lola" (una espectacular casona de los años 30, con inmensos patios, erigida en la periferia de Paraná donde dicen que allí vivió Eduardo Laurencena, un gobernador radical que tuvo Entre Ríos en dos períodos: en 1926 y 1943), lo envuelve como un halo de misterio. Pero a medida que se empiezan a recorrer esas instalaciones que forman el establecimiento Pur Sang -una empresa de fabricación, restauración de autos y también de aeronáutica, que por su importante volumen no existe otra igual en el mundo-, esa percepción se esfuma inmediatamente.
La empresa y nuestro entrevistado: Leónidas Jorge Anadón de 61 años, un chaqueño de nacimiento, un santafesino de corazón y un paranaense por adopción.
A muy poco de la extensa charla, nos damos cuenta de que su perfil es muy bajo y casi con tono paternal nos desliza: "Mirá yo no soy 'figureti', no me gustan las notas. La hago por que me caen bien". Así va surgiendo la admiración de este columnista, porque sostiene que está ante un genio de los fierros.
Anadón, desde hace 30 años, con esa pulcritud y humildad que solamente tienen los grandes, restaura y fabrica autos artesanalmente, sobre todo de los años 30. Si hasta los más exigentes puristas de las emblemáticas marcas de automóviles del mundo como Bugatti, Alfa Romeo, Maserati, Mercedes Benz, Bentley y tantas otras, aceptan ante la evidencia irrefutable que es un detallista ciento por ciento.
"Sabés que Santa Fe de alguna manera fue mi ciudad. Allí terminé el bachiller en la Simón de Iriondo. Me eduqué en la secundaria y viví gran parte de mi juventud hasta que me fui a estudiar a La Plata. Esto es como devolverle un poco a Santa Fe, lo que uno logró o logra en la actividad que desarrolla. Estoy contento de poder tener un diálogo con un medio santafesino".
-Me habló de La Plata, seguramente se acuerda de Rinland y Scalabroni.
-Sí, fui compañero de varios tipos que diseñaban autos en esa época. Para nosotros "la escapada" fundamental era irnos hasta "La Biela" o "05" (bares de Buenos Aires), donde estaban los pilotos de la vieja época. Fue siempre el sueño de uno estar en el automovilismo o con los autos de competición. Pero los autos clásicos me gustaron desde mucho antes que eso. Cuando decidí dedicarme a esto, dejé todas las actividades que podría haber elegido para tener esto como forma de vida y sustento de una familia desde hace ya 30 años y estoy muy contento por ello. Logré bastantes cosas como armar un equipo interesante, donde mucha gente aprendió aquí a trabajar y hoy está capacitada para continuar en esto. Fijate que tengo un promedio muy joven de gente. De todos los empleados (110 personas trabajan allí), el promedio de edad es de 27 años. Acá hay chicos de 18.
-Para que la gente lo conozca mejor, ¿de dónde es usted y cuál es su profesión?
-Nací en Resistencia y a los 4 años me fui a vivir a Santa Fe hasta que me casé en el año 74. Y por haberme casado con una paranaense, me vine a Entre Ríos y realmente me sentí y me siento muy cómodo. Me costaba tomar la decisión de instalarme acá por una cuestión de Metalúrgica, porque veía que había muy poca formación; pero vos sabés que después resultó un beneficio. Fue uno de los lugares donde la mano de obra se conseguía con bastante facilidad. Acá vienen chicos de los escuelas técnicas, hacen pasantías y muchos de ellos se quedan.
-¿Cómo fueron los primeros pasos en esto de restaurar autos?
-Empecé haciendo algunas piezas de coches americanos, que eran los más fáciles de lo que había en el mercado, como los Chrysler o los Buick, y todo ese tipo de autos que eran los más interesantes dentro del mercado americano. Siempre soñaba con la posibilidad de tocar los europeos de la década del 30, los de la "belle époque", que son los autos que para mí fueron los más simbólicos del momento.
Cuando decidí empezar a fabricar piezas de un auto, tenía en mente fabricar 3 coches que me fascinaban: el Mercedes SSK, que tantas glorias le dio a Zatuszek en las 500 Millas y a (Luis) Brosutti (un exquisito piloto santafesino de nuestra capital). Hubo cuatro SSK que ganaron varias carreras. Esa era una de las posibilidades.
La otra era una Bugatti que ganó la 1ª edición de las 500 Millas de Rafaela en el año 28, con Eric Forrest Greene como piloto. En Paraná se hizo la primera carrera en el año 35, en el parque Urquiza, que ganó Cóppoli con Bugatti Type 35. Bueno, este era el auto emblemático de las carreras hasta 1930. Entonces a mí me parecía fabuloso meterme en una historia así, con muy pocos elementos para poder lograr una buena definición. Por último, el otro auto era como dicen los tanos, la "mamma di tutti": el Alfa Romeo, que tantas glorias tuvo después de los años 30.
-¿En el arranque hubo que inclinarse por uno?
-Sí, tomé la decisión de hacer la Bugatti, porque era el auto que más me gustaba. Hicimos un buen desarrollo y demoramos mucho tiempo en poner en marcha la primera de ellas. Hace ya diez años de eso. Así que fue un gran desafío a la voluntad más que otra cosa, porque casi no teníamos información a raíz de que éramos un equipo muy chico de personas. Después tuve la posibilidad de incursionar en Mercedes Benz y posteriormente en Alfa Romeo. Así que pude lograr los 3 Grand Prix que más me coparon de toda la vida. Fue un sueño cumplido para mí, realmente.
-En la actualidad, uno accede muy fácilmente a cuanta información esté disponible, pero antes era muy difícil. ¿Cómo se nutría o conseguía el material para restaurar autos o piezas de vehículos soñados?
-Este ambiente es muy chico y en esa época éramos solamente los entusiastas. Toda mecánica y todos los sistemas existentes no tenían nada que ver para los desarrollos mecánicos. Era todo intuición y uno aplicaba todo el deseo, la voluntad y el olfato por hacer las cosas bien. Nosotros viajábamos mucho, conseguíamos piezas, traíamos planos. Mirá, nosotros hicimos andar una Bugatti sin siquiera nunca, pero nunca, haber escuchado el motor de una Bugatti. Ese fue el método. Después trabajábamos mucho con prueba y error. Hacíamos cosas en las cuales nos equivocábamos mucho y las volvíamos a rehacer. Fue un proceso duro, porque resultó muy largo, pero festejábamos todas las etapas del proceso. Fabricábamos, por ejemplo, una bomba de agua y salía bien. La probábamos en una máquina y estaba bien; festejábamos por eso, pero seguíamos adelante.
-Me comentó que comenzó con Chrysler y Buick, ¿eso significó muchos viajes a Estados Unidos?
-Sí, en principio sí. Hace muchos años que viajamos a las grandes ferias, nos fijábamos qué partes podían ser atractivas para el mercado y fabricábamos algunas. Pero no era un negocio masivo. Era solamente para mantener una muy pequeña empresa y con un cierto dinamismo.
-¿Quiere decir que tenían que seguir creciendo?
-Seguro que sí. Después aprendimos de Comercio Exterior y acerca de la demanda de los mercados, y desde hace 20 años estamos en la Exposición Retro de París, que se hace todos los años en el mes de febrero en las puertas de Versailles. Bueno, ahí conocimos a los mayores clientes del mundo, y nuestros autos están en las colecciones más importantes.
-Cuando hablamos de este segmento de la industria automotriz, ¿qué automóvil le cuesta fabricar o restaurar, o que tenga algún motivo especial para usted?
-Nosotros hicimos un convenio con la Fundación Fangio de Balcarce para reproducir el Alfa Romeo 8C-308, con el que Oscar Gálvez ganó en Palermo (Capital Federal) en 1948. Es un auto único y muy especial. Al primer ejemplar lo tenemos hecho -además de haber restaurado el auto que está en el museo en Balcarce-. Ahora tenemos el primer coche terminado y en realidad es un auto complejo, porque andaba muy rápido para la época en que fue construido con todos los sistemas de suspensión, caja de velocidades y hasta del motor. Tiene características muy particulares y por eso es que hicimos un gran esfuerzo. Estamos muy contentos porque hemos logrado un resultado muy bueno. El convenio con la Fundación es para fabricar 10 autos y ya hay varios interesados en adquirirlos.
-¿Ese es el que más le costó?
-En realidad, en esta actividad todos los autos de alguna u otra manera significan un esfuerzo mayúsculo. ¿Sabés qué pasa? Que uno pone mucha pasión porque las historias de estos autos pesan mucho. Cuando vos tenés que hacer cosas que tuvieron una gran importancia en la afición argentina, creeme que cuesta muchísimo.

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