El delegado episcopal para las Causas para los Santos y obispo castrense, monseñor Santiago Olivera, tituló «Enrique Shaw, el empresario de Dios, con sangre obrera» un artículo publicado en el diario digital MDZ, de la provincia de Mendoza, con motivo del 61º aniversario del fallecimiento del empresario que va camino a los altares y en el marco de la celebración del primer Día Nacional de la Comunidad Empresarial.
«Estamos transitando caminos hacia la querida canonización del siervo de Dios. Enrique Shaw fue declarado venerable el 24 de abril de 2021 y hoy aguardamos, con renovada esperanza, el estudio de un ‘supuesto milagro’, estudio que se está realizando en Roma y que, de reconocerse como tal, podría dar paso a su beatificación», detalló.
Tras hacer un repaso de su vida, sus desafíos y logros, destacó que al fundar la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), Shaw «tenía el deseo de que los empresarios conocieran y actuaran la propia Doctrina Social de la Iglesia Católica en el bien de sus empleados, y también que los mismos empresarios propagasen la fe en Cristo». «La solidaridad de la cual hablamos estaba presente en la vida cotidiana de Enrique», sostuvo.
«Que la vida y testimonio de Enrique Shaw, faro ilustre de nuestra patria, sea cada vez más conocidos e incentiven la creatividad y el obrar de muchos», concluyó.
Texto del artículo
Estamos transitando caminos hacia la querida canonización del Siervo de Dios. Enrique Shaw, fue declarado venerable el 24 de abril de 2021 y hoy aguardamos con renovada esperanza el estudio de un «supuesto milagro», que se encuentra en Roma y que de reconocerse como tal podría dar paso a su Beatificación. Enrique, hijo de Sara Tornquist y Alejandro Shaw, nace el 26 de febrero de 1921. Sara su madre fallece en 1925 y su esposo cumple su deseo póstumo confiando la formación de su hijo Enrique a un sacerdote sacramentino. Alumno del colegio La Salle, cultiva y profundiza su vida espiritual. En la Escuela Naval Militar dará un extraordinario testimonio de fe, y en los mares del sur, desarrolla una comprometida labor apostólica.
Se casa con Cecilia Bunge en 1943, con quien tiene nueve hijos y la vida familiar irradiará un clima de alegría activa y acogedora que sabrán compartir generosamente. En 1945 siente finalmente que Dios lo llama a cumplir una misión especial. Pensaba en hacerse obrero por su vocación apostólica y social, pero un sacerdote lo persuade que debe llevar el Evangelio al mundo empresario. En este nuevo rumbo asume como virtudes empresarias la eficacia, la energía y la iniciativa. En Cristalerías Rigolleau llega a ser director delegado.
Entre las múltiples entidades en que actúa, participa en la Acción Católica y el Movimiento Familiar Cristiano. Junto con otros empresarios se involucra en la organización de ayuda a la Europa de post-guerra que en 1946 promueve el Episcopado argentino, respondiendo al llamado de Pío XII, e intenta crear una entidad para que los empresarios «sean más cristianos». Con el estímulo del Canónico Cardijn funda en 1952 la actual Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y en intensa acción evangelizadora dirigida al país y América Latina promueve el ingreso a UNIAPAC (Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa).
De lo mucho que nos dejó de su vida como enseñanza, les comparto algo de significativa importancia: En el año 1961, la mayoría de los accionistas de la Cristalera Rigolleau S. A decidieron dejar cesantes a mil doscientos obreros de la fábrica de vidrios de Berazategui, a raíz de las dificultades económicas por las cuales atravesaba la sociedad. Enrique se opuso a esa medida porque dejaba sin sustento a muchas familias. Viajó a Estados Unidos para convencer- con argumentos humanos e iniciativas profesionales y económicas- para que los obreros sigan con su puesto de trabajo. Lo logró y dejó su firma como garantía de que ningún obrero perdería su trabajo mientras cumpla bien con el mismo.
Al fundar la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas, el Siervo de Dios tenía el deseo de que los empresarios conocieran y actuaran la propia Doctrina Social de la Iglesia Católica en el bien de sus empleados y para que los mismos empresarios propagasen la fe en Cristo. La solidaridad de la cual hablamos estaba presente en la vida cotidiana de Enrique.