Juan José Castelli fue uno de esos patriotas que jugaron un rol decisivo en la formación de esta Patria naciente. Se ha mencionado repetidamente su nombre, pero su trayectoria no es demasiado conocida.
Había nacido un 19 de julio de 1764 y vivió intensos 48 años, hasta un 12 de octubre de 1812. Era pariente de Belgrano, a quién adhirió espiritualmente, con admiración y lealtad.
Su padre fue un prestigioso médico nacido en Venecia, Italia, de firmes convicciones religiosas. Quiso insuflar en su hijo la vocación sacerdotal.
Juan José comenzó la carrera eclesiástica, pero la influencia de Belgrano y su vocación jurídica le hicieron cambiar los futuros hábitos religiosos por el Derecho, hasta doctorarse como abogado.
Tuvo siempre una adhesión plena a los principios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Él tenía 25 años en ese 1789.
Casi no ejerció su profesión. Se dedicó con fervor al periodismo, ya en los primeros periódicos que los criollos habían creado.
Era muy leída una columna semanal suya con este sugestivo título entre signos de admiración:
"¡Queremos ser libres!"
Una breve anécdota define sus principios... y diría que también su coraje. Un noble español, -un duque- pariente del virrey Cisneros, a quien acompañaba un esclavo negro detrás, a dos o tres metros de distancia, se cruzó con Castelli.
El esclavo, que portaba un jarrón de porcelana, tropezó con nuestro hombre cayendo de sus manos el valioso objeto, que se destrozó totalmente.
El aristócrata español golpeó con su bastón al esclavo reiteradamente, con rudeza, lastimándolo.
"¡Está cometiendo Ud. una injusticia, Sr. Duque. La culpa ha sido mía!". Le dijo Castelli. Palabras a las que agregó una sonora bofetada en el rostro del noble español.
Fue detenido de inmediato. Sólo la influencia de Belgrano pudo salvarlo de una larga estadía en la cárcel. Creo que este solo hecho ya define la humana personalidad de Juan José Castelli.
Este patriota ya está en las páginas de nuestra historia por múltiples circunstancias. La más notoria fue haber integrado la Primera Junta de Gobierno Patrio. Otro motivo sería una importantísima misión que cumplió con Martín Rodríguez en los días previos al 25 de mayo de 1810. Comisionados ambos para persuadir al virrey Cisneros a que convocase a un Cabildo Abierto; misión cumplida.
Había conseguido escalar la primera valla para el logro de la libertad de su Patria. Y la primera suele ser la más alta.
Hacía ya algunos años que, en los periódicos y en la tribuna, Castelli luchaba para terminar con la discriminación política, económica y social a que estaban sometidos los nativos. Por esa confusión mental que cegaba a muchos hombres, equiparando "diferente" con "inferior", a los criollos se los relegaba en casi todos los aspectos.
Firme y enérgico, él entendió, ya concretada la Revolución de Mayo, que debían mostrarse fuertes para solidificar ese frágil árbol que era la nueva Patria.
Y en ese carácter le tocó la muy penosa misión de ordenar el fusilamiento de Liniers y de otras personas que conjuraban para derribar a la Primera Junta.
Su capacidad para brindar discursos
Una de las características que se suelen destacar de Juan José Castelli es su habilidad oratoria, por lo que se lo suele conocer como "el Orador de Mayo" o "el Orador de la Revolución".
En la novela "La revolución es un sueño eterno", de Andrés Rivera, un Castelli que recuerda los días en que lo nombraron "Orador de la Revolución" vive sus últimos días con un cáncer que le lacera la lengua. El personaje escribe en su cuaderno de tapas rojas sus recuerdos, sus discusiones con revolucionarios y traidores, siempre desde la tristeza de ver peligrar la Revolución y el proyecto de país que había gestado junto con Moreno, Belgrano y Monteagudo.
El siguiente es un fragmento que muestra una forma particular de acercamiento a la historia de Castelli y la Revolución de Mayo:
Tres localidades argentinas, ubicadas en las provincias de Chaco, Buenos Aires y La Rioja, recuerdan al "Orador de Mayo".
Muchas localidades lo honran con el nombre de sus calles y plazas. Cabe destacar que la calle Castelli de Buenos Aires no parece guardar proporción con la importancia histórica del homenajeado, ya que tiene apenas cuatro cuadras de longitud. Empero los porteños también honran su memoria con un monumento levantado en la Plaza Constitución.