La última vez que los argentinos votamos en una PASO presidencial fue el 11 de agosto de 2019. En aquel momento el presidente era Macri, el ministro de economía era Dujovne y el dólar valía 45 pesos. Hoy el “presidente” es Fernández, el ministro de economía es Massa y el dólar vale 600 mangos. Listo. Voten lindo. Feliz domingo. Fin de la nota.
La realidad es que no haría falta escribir más nada. Un simple párrafo como este debería ser suficiente para sintetizar la jornada electoral de este domingo. Al fin y al cabo, las elecciones suelen servir para hacerle saber al gobierno lo contento que estamos con ellos y bajo esa premisa deberíamos ir a votar.
Visto el modo en que el trío Cristina-Alberto-Massa ha manejado la economía, solo cabe pasar por el cuarto oscuro para agradecerles, volver a casa, prender la tele, comprar una pizza, abrir un par de birras y disfrutar.
Para aquellos eternos insatisfechos que tienen problema con el disfrute y se quejan de la oferta electoral, deberían darse cuenta de que hoy disponen de 22 fórmulas presidenciales habilitadas para ser votadas. Alguna les tiene que gustar.
En realidad, había 27 candidaturas oficializadas pero dieron de baja a 5 porque la justicia descubrió truchadas con la guita, las boletas, los avales y otros emprendimientos. Tampoco exageremos porque el día que la justicia se meta en serio con este tema nos quedamos sin candidatos.
Así y todo, quedan 22 postulantes a presidente. Una bocha. Tengamos en cuenta que en 1983, cuando volvió la democracia, tuvimos solo 12 candidatos presidenciales para elegir: Raúl Alfonsín, Italo Luder, Oscar Alende, Rogelio Frigerio, Paco Manrique, Alvaro Alsogaray, Rafael Martínez Raymonda, Francisco Cerro, Luis Zamora, Guillermo Estévez Boero, Abelardo Ramos y Goyo Flores.
El único sobreviviente de aquella primera elección democrática es Luis Zamora, legendario líder del Movimiento al Socialismo. No sé qué espera el gobierno, o quien sea, para entregarle una plaqueta en reconocimiento.
Tal vez el gobierno tenga miedo de hacer un evento homenaje, no sea cosa que Zamora les recuerde en la cara que aquel peronismo de 1983 había pactado la autoamnistía con los militares del Proceso, luego saboteado el Juicio a las Juntas, y les arruine el cocktail.
Ya sabemos que los kirchneristas se perturban mucho cuando les recuerdan el pasado, básicamente porque tienen un pasado espantoso, lleno de indultos, privatizaciones, neoliberalismo y todas esas cosas horribles de la derecha. Se hubieran portado bien cuando eran chicos y ahora no andarían sobreactuando, ni tendrían estos remordimientos, ni estos traumas, ni dificultades para dormir, ni se harían pis en la cama, ni necesitarían andar disfrazándose de progresistas para lavar sus pecados.
Tampoco es para tomárselo de modo tan dramático. Con el tiempo, los recuerdos de aquel pasado horrible, se irán olvidando y serán reemplazados por otros recuerdos más frescos como el sabotaje a la Pfizer, el convento de José López, los hoteles o las festicholas de Olivos. Si es por recordar momentos lindos, sobran.
En cualquier caso, vaya desde aquí nuestro saludo para el amigo Luis Zamora que también fue parte de la recuperación democrática. La placa se la debemos para cuando tengamos un gobierno que valore la democracia pero en serio. No va a faltar oportunidad.
Volviendo al punto que hoy nos convoca, dentro de las 22 candidaturas presidenciales habilitadas, el gobierno recibe agradecimientos en solo dos ventanillas: la de Grabois y la de Massa. Las otras 20 son para putearlos.
La ventanilla de Grabois es para ese kirchnerismo residual que todavía lleva en la camiseta la mística para la liberación de vaya uno a saber qué cosa. En cambio la ventanilla de Massa es más amplia y abarca a todos los demás sectores, desde los Emerencianos de Capitanich hasta les pibes de Carta Abierta, un verdadero conglomerado de peronistas emputecidos por tener que ir a votarlo.
Nunca en la historia el peronismo había llevado como candidato a un tipo que fuera tan detestado por ellos mismos. Salvo la familia, los amigos y los socios (que a esta altura son muchos más que la familia y los amigos), el resto de los peronistas se arengan entre ellos para ir a votarlo: “¡vamos compañeros, que los otros candidatos son peores!”… “¡Massa es de derecha, pero por lo menos frenamos a la ultraderecha!”. Nunca visto.
El alegato final de Massa fue de manual. Pidió el voto para defender a la Patria suponiendo que solo hay dos candidatos que la defienden (él y Grabois) y veinte que defienden a Bulgaria, Noruega, Canadá y otras Patrias.
También reclamó que votemos en defensa de los jubilados (que todavía esperan los famosos aumentos que iban a dar eliminando las Leliq), en defensa de las Pymes (a las que les llevaron el dólar de 60 a 600) y en defensa de los salarios (a los que diariamente homenajean con más del 100% de inflación).
Lo que nadie tenía previsto era que en el final de la campaña iba a surgir este irrefrenable deseo de premiar los 20 años de políticas kirchneristas en materia de seguridad. Una especie de voto tributo a Zaffaroni. ¿Tiene el gobierno como mitigar el daño? Difícil.
Una de las leyes de Oro Kirchnerista (otra más) es “jamás hacemos amigos ni empatizamos con las víctimas” (de Cromañón a Once pasando por los torturados y asesinados en Venezuela, la ley no falla nunca). Para colmo, y como todo el mundo sabe, los Kirchner no dan pésames. De hecho, las hijas de Nisman todavía están esperando.
Una posibilidad para remontar el problema podría ser que Cristina salga por cadena nacional, rodeada de Alberto, Massa, Aníbal, Berni, Kicillof y diga: “Vengo a pedir perdón en nombre del Estado Nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años tantas atrocidades”.
Usaron este truco en 2004 cuando Néstor pronunció la fatídica frase en la ESMA, engatuzando a miles de jóvenes y cagándose en Alfonsín, la CONADEP, Ernesto Sábato, Strassera, el Juicio a las Juntas, los jueces, las condenas, el Nunca Más, y todo lo que, según los Kirchner, no había ocurrido en 20 años de democracia. En aquella oportunidad les salió bien: fundaron el relato kirchnerista y todavía tiran con eso. Intentar otra vez el mismo truco parece difícil pero con probar no pierden nada.
Usted dirá amigo lector que todo esto no tiene ninguna gracia. Es verdad. No tiene ni gracia ni forma de entrarle desde el humor. No hay comedia, es pura tragedia.
Paremos acá y vayamos a votar en silencio y con calma. Hay 22 candidatos. Uno o una que sea menos inútil que los otros 21 tiene que haber. Elija esa boleta y métala nomás.
Mensaje final para todos los candidatos: ni baile, ni canto, ni gritos, ni sonrisas, ni música, ni papelitos, ni globos, ni bombos, ni brazos en alto, ni euforia futbolera, ni falsos abrazos, ni lágrimas de cocodrilo, ni cara de me gané el Oscar, ni dedicatoria a mi mamá que me cuida desde el cielo, ni felicitaciones a los militantes por el esfuerzo, ni nada. Silenzio Stampa, por respeto a nuestro muerto de cada día.
Este domingo votamos, contamos los votos, el que ganó ganó, el que perdió perdió y el lunes todo el mundo a laburar. A cara de perro.
Aunque más no sea por una vez en la vida, a las cosas.