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Deportes

Punto de partida

Por Oscar Martínez - El Estadio de Instituto también es conocido como Monumental. Está ubicado en la calle Jujuy 2750 en Alta Córdoba, uno de los barrios más grandes y poblados de la ciudad, muy cerca del centro, al norte del Río Suquía. Una zona hermosa de una ciudad aún más hermosa, que tiene los mejores sitios de gastronomía, además de un lugar ideal para jugar al fútbol. Dos cosas que a los periodistas nos gustan, tal vez, demasiado. En ese estadio cargado de historias, cuyas tribunas tienen los nombres de figuras célebres del club, por ejemplo la popular sur se llama Daniel "Miliki" Jiménez (le ganó la votación de la gente por 48 a 22 a un tal Paulo Dybala) debía presentarse nuestro Atlético, en un momento muy difícil por realidad de juego y resultados, pero también en pleno cambio. El que busca hacer el nuevo entrenador.
A la noticia la leí en el diario La Voz en los días previos. "La Comisión Directiva del Instituto Atlético Central Córdoba, encabezada por Juan Manuel Cavagliatto, anuncia que el club tendrá el primer estadio inteligente de Córdoba". Uffff, pensé rápidamente que tengo en regla el documento, el carné de conductor y el de periodista, y hasta las vacunas contra el Covid, pero no sé si esto es suficiente para que me dejen entrar. En todo caso lo voy a ver desde un bar, además es casi la hora del almuerzo, y por esa zona, como dije, sobran buenos lugares para comer. Entonces investigué un poco más y me tranquilicé. Es que en realidad el estadio se llama "Juan Domingo Perón". Inteligente, Perón, listo, todo se puede arreglar cuando la política está de por medio. Empiezo con una cita del maestro Borges, la expresión de la inteligencia y el antiperonismo, y la ensalada está completa. Mejor vayamos a lo nuestro.
En un estadio inteligente, y ante un equipo que tuvo buenos rendimientos y jugaba en casa pero venía con algunas dudas en sus últimas presentaciones, el planteo de Ezequiel Medrán debía estar a la altura. Y lo hizo. Tanto que este Atlético, con retoques pero sin cambios estructurales dramáticos, no desentonó en un partido que tuvo todos los condimentos. Que pudo perder por un grosero error del árbitro, que sancionó un penal inexistente que erró Gabriel Graciani; o por una pifia con forma de blooper de Joaquín Molina, que desperdició una situación insólita, solo, parado casi en la línea de gol de Salvá; o por el despropósito de Mateo Castellano que fue expulsado por una brutalidad a sólo diez minutos del segundo tiempo y dejó al equipo con uno menos. Pero que también pudo ganar por méritos propios. El partido fue entretenido y como no me pasaba desde hacía un tiempo largo, y salvo por esas tres puntualidades, no sufrí pensando que otra vez perdíamos. Además fuimos protagonistas, y si bien no se ganó, eso ya vale el precio de una entrada.
"Sufrir es indispensable, pues las desgracias particulares contribuyen al bien general, de manera que, a más desgracias particulares, mejor va todo", dice Voltaire (1694-1778). El gran Voltaire escribió "Cándido, o el optimismo", para satirizar las ideas del filósofo y matemático Gottfried Leibniz, que afirmaba: "Todo ha sido creado por un fin que, necesariamente, es el mejor fin" o "El buen Dios solo nos daría el mejor de los mundos posibles". Me gusta Voltaire, pero ninguna de las ideas de Cándido va conmigo. Ya lo he dicho en otras columnas, soy un optimista crónico que asume sus riegos. Como por ejemplo creer que este equipo, al que critiqué hasta el hartazgo, puede resurgir y mantener la categoría sin sufrir demasiado. Lo que a esta altura se tomaría como todo un logro.
El trabajo del entrenador parece empezar a alumbrar. Parece. Por lo pronto es bueno saber que los jugadores que deben y pueden hacer diferencia, como Marco Borgnino, Mauro Albertengo y Fabricio Fontanini, por ejemplo, están recuperando la imagen. Medrán tiene tiempo y respaldo para construir su propia catedral. Si cuenta con el material necesario lo podremos ver, seguramente, en el próximo partido. Que se jugará en nuestro Monumental. Que tal vez no sea tan inteligente como el otro, pero al menos no se llama Juan Domingo Perón. Y que no lleve el nombre de un político, en medio de esta realidad que sufrimos, es una buena noticia. Y una decisión inteligente.

deportes La Otra Mirada Oscar Martínez

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