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Opinión

Entre gritos y revueltas

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

En los comienzos de nuestra historia local, no todo fue calma y trabajo. Algunos ruidos alteraban los silencios del campo, los encuentros de la plaza y el bar de los domingos. La República Argentina todavía no había encontrado el rumbo de una organización ordenada y mucho menos uniforme.

El desempeño de Julio Argentino Roca como militar en la guerra entre Buenos Aires y la Confederación Argentina, contra Paraguay en la Triple Alianza y la Conquista del Desierto, le había otorgado un prestigio que le sirvió para ser elegido presidente por el recién constituido PAN, Partido Autonomista Nacional. En esos tiempos no existía el voto secreto y obligatorio; la conducción del país era ejercida por un grupo reducido de personas, con escaso sentido de la democracia. También fue, en otros periodos, senador por Tucumán y ministro de guerra. Tamaña influencia institucional, su estrategia y las sucesivas negociaciones con opositores le otorgaron el apelativo de "El Zorro". Durante sus dos mandatos (1880-1886 y 1898-1904) se produjeron grandes transformaciones en lo económico y en infraestructura. Los historiadores se dividen en dos corrientes: los que defienden la gestión de Roca en la expansión del territorio, la educación pública, fijación de límites con Chile y el crecimiento económico que condujo al país a ser una de las naciones más ricas del mundo. Sus detractores, en cambio, acentúan el trato cruel con las poblaciones aborígenes y la conducta autocrática y fraudulenta del modelo político. Hay consenso en que fue una figura muy importante en el proceso de la llamada Generación del 80.

El verbo "atalivar"

¿Qué relación hay entre la trayectoria del presidente Roca con Rafaela? En 1902, siendo presidente, Roca visitó Rafaela, que era un pueblo más en el país. No trascendió una causa explícita, pero pueden deducirse algunas razones. Un pueblo vecino llevaba su nombre; otro pueblo llevaba el nombre de su hermano Ataliva. A propósito de este último, vinculado con la empresa colonizadora de Guillermo Lehmann, cumplía -al decir de Sarmiento y los grupos opositores- el rol de testaferro del Presidente. Después de la campaña del desierto, las tierras ganadas fueron repartidas entre pocos; el mayor favorecido fue el presidente Roca, con muchos miles de hectáreas. Paralelamente, la gestión de su hermano Ataliva hizo que participara en los negocios de las empresas colonizadoras, entre ellas la de Guillermo Lehmann. Sarmiento, para referirse a coimas y negociados inmobiliarios, utilizaba el verbo "atalivar", en clara referencia al hermano del Presidente. Un analista de la época, Ricardo Titto, señala que "el hermano de Roca quedó en la historia como el que le dio verbo al tema de la coima institucional en la Argentina". En la historia contemporánea, pueden observarse ejemplos con otros nombres, pero con idénticas intenciones.

Revueltas

En 1904 finalizó el mandato de Julio A. Roca, pero lo sucedió otro representante del PAN: Manuel Quintana. La Unión Cívica Radical, tenía sus propios conflictos internos, pero coincidían en terminar con el sistema de gobierno absolutista del Partido Autonomista Nacional. Optaron por intentar el cambio por la vía de la insurrección armada.

La revolución cívico-militar tenía tres antecedentes fallidos: en 1890 estalló la llamada Revolución del Parque, sofocada por el general Levalle, Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña. En julio de 1893 el alzamiento conducido por Hipólito Yrigoyen y Aristóbulo del Valle fue rápidamente interceptad y sus dirigentes encarcelados. En Santa Fe, poco después, el gobernador radical Mariano Candiotti organizó una revuelta, al mismo tiempo que Leandro Alem llegaba a Rosario escondido en un buque de carga. En esa ciudad, Alem formó un ejército popular con 6.000 hombres y escaso armamento; una parte de ese ejército partió hacia el norte, pero al llegar a algunos kilómetros de Rafaela, fueron repelidos por el ejército leal al gobierno central. La rebelión corrió la misma suerte que la anterior y su líder, Alem, que había sido proclamado presidente en Rosario, fue encarcelado. En Rafaela, la mayoría de los dirigentes adherían al radicalismo, por lo que pasaron momentos de zozobra y hasta en algunos casos buscaron refugio en las chacras, aunque no pasó a mayores y poco a poco siguió la lucha ideológica, más dialéctica que armada.

A pesar de los antecedentes fallidos, la UCR volvió a intentar el derrocamiento del gobierno del PAN, con la presidencia de Manuel Quintana. De febrero a setiembre de 1905, se mantuvo la insurrección con cabeceras en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. El levantamiento fue nuevamente sofocado por las armas.

Consecuencias relativas

Aunque en lo militar fue un fracaso, el levantamiento sirvió para que el Gobierno Nacional implemente medidas de mayor apertura y cambios políticos tendientes a un sistema electoral sin fraudes, con mayor consideración hacia los opositores, lo cual hacía peligrar la prosperidad económica que se había logrado durante los gobiernos del General Roca.

Rafaela -en el contexto provincial- no fue totalmente ajena a los turbulentos años de fines del siglo XIX y principios del XX, no obstante lo cual priorizó el trabajo intenso y la superación de las adversidades. Las discusiones, a veces en términos violentos, no llegaron a las armas ni traspusieron el límite de las amenazas. Buenos Aires estaba lejos y los pequeños triunfos de cada día exigían atención puertas adentro.

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